¿Es rentable invertir en renovables y otros negocios relacionados con el cambio climático? ¿Existe un clima inversor estable que hará que lo siga siendo en los próximos años? La dirección de las políticas ambientales y los instrumentos administrativos y económicos que están surgiendo a la luz de ellas, nos pueden dar algunas pistas.
Mecanismos como el comercio europeo de emisiones puesto en marcha en 2005 en Europa para controlar las emisiones de las instalaciones de los sectores de actividad intensivos en energía, están haciendo que esas industrias tengan que pagar por el CO2 que emiten a la atmósfera. El endurecimiento de los entresijos del diseño de este instrumento hará, además, que ese precio sea cada vez más elevado. Como consecuencia de ello, emitir CO2 costará cada vez más dinero. Las tecnologías tradicionales intensivas en emisiones irán siendo menos competitivas, a medida que el creciente precio del carbono se vaya trasladando a sus costes operativos. Con el paso de los años, las energías tradicionales/ fósiles se irán viendo desplazadas por fuentes menos intensivas en emisiones como las renovables. Algunas ellas son ya, hoy en día, competitivas y lo irán siendo aún más a medida que el precio del CO2 se vaya reflejando en los costes de producción.
Se estima que para 2020 la energía renovable suministre el 20% de la energía total consumida en el mundo, frente al 4% actual. Esto hará que, por ejemplo, los beneficios de la industria solar se sitúen en torno a los 20.000 millones de euros para el año 2010. Como consecuencia de todo esto, los intereses inversores se están moviendo ヨ y seguirán haciéndolo en los próximos años – desde sectores tradicionales como el del carbón hacia otros menos intensivos en carbono como la energía eólica, la solar, el hidrógeno o la geotérmica.
En España, Banco Santander S.A. es la entidad financiera que se muestra más activa en el negocio de las energías renovables. Esta entidad ha financiado multitud de proyectos de renovables en España y otros países desarrollados, economías emergentes y países en vías de desarrollo. Ha financiado, por ejemplo, cerca del 25% de la capacidad eólica total instalada en España. En 2006, Santander Inversión financió siete proyectos de energía eólica y añadió 3.803 MW a su cartera de inversiones eólicas. Además, la compañía participó ヨ junto con otros bancos nacionales e internacionales ヨ en la financiación del parque eólico más grande del mundo, que se construirá en Valencia y tendrá una potencia instalada de 800 MW. También ha financiado varios proyectos eólicos en Francia, Alemania y Estados Unidos. Nueve proyectos de etanol, seis en Estados Unidos y tres en España. El Banco Santander también ha financiado el desarrollo de siete plantas de energía solar con capacidad para generar un total de 53 MW, ha participado con BP en un proyecto que pretende construir 278 instalaciones de energía solar en España y está liderando la financiación de la primera planta de energía solar térmica en Estados Unidos.
Muy lejos de Banco Santander S.A., que es el banco nacional que se muestra más activo en la prestación de servicios relacionados con el cambio climático y es el único que por el momento se ha decidido a lanzar un fondo de carbono (el F2CE), se encuentran otras importantes entidades nacionales. Estas últimas decidieron en su día comportarse de una forma menos activa en materia de renovables en particular y de inversiones relacionadas con el cambio climático en general. ¿Deberían cambiar estas entidades su estrategia y comenzar a participar más activamente en las oportunidades de inversión del cambio climático? ¿Sería adecuado un replanteamiento de sus estrategias?
Mi opinión es que si. ¿Por qué? No cabe duda que el cambio climático es una cuestión complicada, que los escenarios climáticos siguen teniendo un cierto grado de incertidumbre y que siguen existiendo voces contrarias a la existencia de este fenómeno – a pesar de que la mayoría de las opiniones científicas reconocen su existencia y sus riesgos. De lo que hoy ya nadie duda, sin embargo, es que multitud de compañías y activos relacionados con el cambio climático (particularmente en el área de las renovables) están mostrando unos resultados financieros extraordinarios. Esta debería ser una razón suficiente para que las entidades del sector financiero que aún no lo han hecho, consideren el cambio climático como un producto de inversión.