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Innovación sistémica para una economía sin banderas

PiernasDurante muchos años un gran número de países centraron sus políticas de innovación en el subsidio de las prácticas de I+D realizadas en las grandes empresas del país. Sin embargo, a mediados de los 60 comenzó a surgir un nuevo contexto financiero internacional crecientemente caracterizado por fenómenos como el corporativismo y la globalización. Hoy, estas grandes empresas ya no son españolas, americanas o japonesas, sino globales. Esta transformación ha dirigido un profundo cambio en las políticas de innovación, ahora sistémicas y enfocadas en la construcción de esa manida sociedad del conocimiento. La alternativa proteccionista languidece ante las ventajas competitivas que ofrece la innovación.

Tras la segunda guerra mundial el sistema económico sueco dependía de las grandes compañías proveedoras de acero, papel o madera que habían emergido con fuerza tras la segunda guerra mundial. Estas exitosas corporaciones fomentaron una política de innovación basada en el subsidio de la I+D llevada a cabo por ellas. Sin embargo, entre los 70 y los 80, estas empresas comenzaron a experimentar problemas estructurales y se mostraron incapaces de reaccionar. La política de innovación mostraba sus debilidades: Suecia acusaba falta de capacidad de reacción y cultura emprendedora. Durante los 90, las adquisiciones y fusiones dejaron el control de muchas empresas suecas fuera del país. Volvo Cars fue comprada por Ford. Saab Automóvil fue adquirida por General Motors. Astra se convirtió en parte de Astra Zeneca, y Pharmacia se unió con Upjohn. Algunas de estas empresas han mantenido sus unidades de I+D en Suecia, otras no.

Igualmente, en Estados Unidos hace ya tiempo que muchas empresas comenzaron no sólo a deslocalizar plantas de fabricación y centros de atención al cliente, sino también su I+D. Muchas de las empresas de Silicon Valley han trasladado sus centros de I+D a países como India, Taiwán o Brasil. HP, IBM, Microsoft y Cisco, entre otros, aseguran haber invertido más de un billón de dólares en India. En España, resulta especialmente destacado el caso de las empresas textiles: Zara, Mango o Cortefiel han conseguido una gran competitividad internacional gracias en parte a la deslocalización. En el sector tecnológico Telefónica e Indra hace tiempo que son empresas globales. Algunas de estas empresas todavía mantienen su control en los países donde nacieron, mientras otras pierden inexorablemente todo resquicio de identidad nacional. Por ejemplo, ¿de dónde es Skype? Hoy pertenece a eBay, tiene sus oficinas centrales en Luxemburgo, sus fundadores son de origen escandinavo, su centro de desarrollo está en Estonia y posee delegaciones en Londres, Tartu, Praga y San Diego.

Con este nuevo contexto económico las políticas de innovación ya no pueden tener sus bases en la subvención de la I+D de las empresas de bandera. Ya no se puede calificar estas empresas como suecas, americanas o españolas, con gran parte del control y actividad fuera del país. Hoy, su dirección estratégica está en EEUU o Reino Unido, su idioma de trabajo es el inglés y gran parte de su fabricación está ubicada en China.

¿Proteccionismo o innovación sistémica?

Tal vez la primera y más inmediata reacción a esta nueva amenaza se ha encontrado en el proteccionismo. Mientras que los países del norte de Europa se han mostrado tradicionalmente menos partidarios de medidas proteccionistas, Francia e Italia (o España) son quizá el ejemplo antagónico. En efecto, durante el 2006 fuimos testigos de varias maniobras proteccionistas en Europa. En España, los casos de EON y Endesa, o el de Arcelor coparon los medios una dilatada temporada. También el caso entre la Italiana Enel y la francesa Suez tuvo gran impacto mediático.

Pero existe otra sólida defensa: las políticas de innovación sistémica que comenzaron a surgir desde principios de siglo. Mientras las grandes corporaciones traspasan sus fronteras y cada aspecto de su cadena de valor se encuentra sujeto a la competitividad internacional, los territorios deben comenzar a competir globalmente por cada nueva inversión en I+D (y producción). Esto hace necesario un cada vez mayor esfuerzo en I+D por parte de los gobiernos, así como de una capacidad de respuesta superior. Una nueva fase de «competitividad regional» ha comenzado en la cual se debe forjar el arquetipo de la manida «sociedad del conocimiento». Los territorios hoy necesitan construir una sociedad constituida por una población instruida con un alto nivel de doctores y licenciados; una universidad de calidad; soporte a las infraestructuras y un entorno amable, integrador, abierto, confortable. Deben crear un espacio en el que las mejores mentes deseen prosperar.

Y al mismo tiempo es necesario preparar las bases para la creación de negocios nuevos y de alto valor añadido: esto requiere de políticas sistémicas de innovación, más amplias, que se articulen mediante estrategias de innovación nacionales, políticas regionales de desarrollo bottom-up, ministerios del crecimiento y agencias de innovación. También, la disponibilidad del capital riesgo se erige como elemento fundamental para impulsar la creación de nuevos negocios, que deberán presentar gran potencial de crecimiento. Estos «territorios innovadores» deben forjarse sobre cinco sólidos pilares: una base de conocimiento para la innovación; innovación en comercio y en industria; una inversión pública innovadora y la creación una población innovadora.

Competitividad regional

Ha surgido pues una nueva competitividad entre territorios para la atracción de los mejores talentos, sabia de las empresas del futuro. Estos territorios deben configurarse como innovadores, pero también deben conjugar alta calidad de vida y crecimiento sostenible, impulsando una renovación constante, como resultado de un enérgico capital riesgo y de la creación de capital humano emprendedor. Se vuelve crítico innovar en entornos y en personas, mediante una educación de calidad, una oferta de I+D local, unos mejores servicios públicos y mediante la garantía de unas condiciones de igualdad y libertad.

¿Cuál es el siguiente paso?

Mientras las empresas ya no tienen banderas, las políticas económicas no logran escapar de éstas. Se necesitan políticas de innovación con mayor alcance, más globales. El esfuerzo directriz de las políticas y ayudas a la innovación de la Unión Europea dentro del Séptimo Programa Marco son en este sentido clave. La competitividad futura de las empresas europeas dependerá no sólo de la creación de «sociedades de conocimiento inconexas», sino más aún de la generación de meta-territorios en los que existan intensos flujos de conocimiento, tecnología, personas y capital. Las futuras políticas de innovación deberán hacer un esfuerzo para catalizar estos flujos.

Publicado en la Revista BIT del Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación. Número 167. Enero – Marzo 2008.

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