12/12/2019 – UNDÉCIMA JORNADA DE LA COP25
No hay acuerdo. De momento.
Durante todo el día, un grupo de países ha estado presionando en la Cumbre del Clima de Madrid para retrasar hasta tres años la obligación de presentar medidas más fuertes y ambiciosas contra el cambio climático. En 2020 se inicia el nuevo ciclo en el Acuerdo de París donde se debe revisar al alza los compromisos de los países, pero este grupo ha planteado esperar a 2023 para presentar dichas medidas.
El problema radica en que el desarrollo del Acuerdo París indica que los países cuyos planes climáticos alcanzan el año 2030 deben comunicar o actualizar dicha contribución en 2020 a más tardar, pero no se establece que las contribuciones deban ser mejoradas cada vez que se presenten. Estos países reticentes argumentan que la revisión de la situación actual llega hasta 2020 y que no es hasta 2023 cuando se tengan que tomar medidas mejoradas.
Las trabas, por tanto, las ponen los grandes emisores de gases. ¿Y quiénes son los grandes contaminadores? En cuanto a emisiones totales de CO2 hablamos de China, EE.UU., India, Rusia, Japón, la Unión Europea, Corea del Sur, Irán y Arabia Saudí, según datos de 2018. De los 184 países que enviaron planes bajo el Acuerdo de París, únicamente unos 80 ya habían anunciado que remitirían programas mejorados en 2020, pero estos solo representan el 10% de las emisiones, según el World Resources Intitute. Además, tres países ausentes en la COP25 (EE.UU., China y Rusia) son los emisores del 50% de los Gases de Efecto Invernadero del planeta.
Otra de las cuestiones más delicadas de la COP25 es el referente a los mecanismos de regulación de los mercados de carbono (artículo 6 del acuerdo). Este punto permite garantizar la integridad ambiental y evitar las dobles contabilidades en países como China, India o Brasil, que pretenden usar créditos de carbono antiguos y que se los reconozcan. Es decir, la intención de estos países sería pasar créditos del mecanismo anterior (Kioto) al nuevo (París).
A todas estas complicaciones hay que añadir el hecho de que ciertas economías no se encuentran los suficientemente diversificadas. Algunos países, como los países de Oriente Medio, Colombia, Ecuador, Irán o Brasil tienen una alta dependencia en los combustibles fósiles. Estos países no pueden permitirse el lujo de limitar su producción basada en fuentes de energía no renovables y que aceleran al cambio climático.
Con estos asuntos sobre la mesa, las delegaciones de 196 países trabajan a contrareloj para presentar en las próximas horas un texto “relativamente limpio”. Aunque mañana viernes se llegue a un acuerdo in-extremis, el problema de fondo seguirá siendo el mismo: es cierto que el discurso de la emergencia climática, así como el de la necesidad de proteger y gestionar el medio ambiente de manera sostenible, está calando en la esfera política; sin embargo, los países más importantes continúan sin querer limitar su producción y crecimiento económico por diferentes razones: pérdida de competitividad respecto a otros países, miedo a la reacción social… . Debemos saber, aceptar e integrar en nuestro discurso que las inversiones en proteger el medio ambiente traen consigo beneficios a medio y largo plazo. Será entonces cuando nos encontremos en la senda correcta; hasta entonces, tristemente, nos seguiremos acercando más y más al precipicio.
Mañana tenemos el último capítulo de esta historia. Veremos qué pasa.