La lucha por reconducir la crisis del clima es de largo aliento. Como dijo Ban Ki-Moon, la manera en que la humanidad afronte el cambio climático definirá decisivamente el siglo XXI. Reconducir la situación requiere disminuir en 2050 las emisiones totales a la mitad de las del año de referencia, 1990, al tiempo que la población humana habrá alcanzado en esa fecha los 9000 millones de personas. El reto de descarbonizar la economía mundial para evitar una interferencia antropogénica grave en el sistema clima de la Tierra es de tal envergadura que se precisa una nueva revolución industrial y tecnológica. En mi opinión, el movimiento político y social necesario para hacer viable esa transformación profunda en la forma en que generamos y utilizamos la energía es equiparable en su alcance a los que en el pasado llevaron al final de la esclavitud humana o a la emancipación de la mujer en las sociedades modernas.
En unos días se reúne en Cancún la Conferencia de las Partes (COP 16)para tratar de avanzar hacia un acuerdo que sustituya al Protocolo de Kioto, cuya vigencia finaliza en 2012. La situación no invita al optimismo, si bien cabe esperar pasos concretos en aspectos como la deforestación, la ayuda económica a los países menos desarrollados o la transferencia tecnológica. La probabilidad de disponer de un acuerdo de mitigación de emisiones formalmente vinculante en el que participen los grandes emisores -China, Estados Unidos, la Unión Europea, India, Rusia, Japón, Brasil e Indonesia-y que entre en vigor en el momento de finalizar el mencionado Protocolo es, hoy por hoy, muy pequeña, pues ni China ni Estados Unidos terminan de asumir sus responsabilidades.
El Protocolo de Kioto aprobado en 1997 entró en vigor en 2005. Estados Unidos nunca lo ratificó. China, India y Brasil no aceptaron compromisos de mitigación por ser países en desarrollo. Sin embargo, en la actualidad, más de la mitad de las emisiones mundiales se originan en países emergentes y en vías de desarrollo. Así, China, es desde 2008 el primer emisor global. En el año 2009, sus 8.000 millones de toneladas de CO2 casi igualaron la suma de Estados Unidos y la Unión Europea, UE-15 (ver informe No growth in total global CO2 emissions in 2009, de la Netherlands Environmental Assessment Agency). Con 6,6 toneladas por persona y año ha superado la media de Francia y se dispone a sobrepasar las de la Unión Europea, 7.9 toneladas. China se ha fijado ambiciosos objetivos de eficiencia energética en el horizonte 2020 pero se niega a considerar una mitigación de emisiones en cifras absolutas.
El Gobierno de Estados Unidos, por su parte, no ha conseguido sacar adelante la ley de cambio climático propuesta por el Congreso. Entre 1990 y 2008 sus emisiones netas han aumentado un 15% y en términos históricos sigue siendo el principal responsable. Sus emisiones per capita duplican las de los europeos. Al Gore en su reciente libro Nuestra Elección explica cómo miles de millones de dólares procedentes de los intereses del petróleo se han dirigido estos años a confundir a la opinión pública norteamericana, haciéndole creer que la ciencia del clima no tiene todavía una posición definida. Su estrategia ha consistido en equiparar en el imaginario colectivo conocimiento científico y opinión publicada, consiguiendo que la mitad de la población tenga hoy día una opinión negacionista, alejada de la que se desprende del consenso científico. El reciente cambio en la composición del Congreso ha minado cualquier posibilidad de una acción de liderazgo de ese país en el ámbito del cambio climático en el futuro inmediato.
La Unión Europea es la única región relevante del mundo que, en los últimos 20 años, ha hecho un esfuerzo honesto y ambicioso de mitigación de sus emisiones. En el período de cumplimiento de Kioto (2008-2012), la UE-15 va a disminuir sus emisiones en torno al 14% respecto al año de referencia 1990, más allá del 8% comprometido en el Protocolo de Kioto.
El actual objetivo de reducción de emisiones para 2020 es el 20%, objetivo poco ambicioso si se tiene en cuenta que en la UE-27 la mitigación ya ha alcanzado el 17%. De hecho, los ministros de medio ambiente de Alemania, Reino Unido y Francia han solicitado al Consejo de Europa que apruebe el objetivo del 30%. Europa ha liderado la lucha contra el cambio climático y el desarrollo de tecnologías limpias a lo largo de los últimos 15 años. Si quiere seguir siendo el actor principal en la transición internacional hacia una economía baja en carbono ha de promover el marco regulatorio que envíe las señales adecuadas con la fuerza precisa al mundo empresarial, a los inversores internacionales, a los agentes tecnológicos y científicos y al conjunto de la sociedad y eso requiere ir al 30%.
En ese contexto, Euskadi se dispone a ser la primera comunidad del Estado y la segunda región europea – la primera fue Escocia- que se dota de una ley específica de cambio climático. Si el Parlamento Vasco la aprueba, este país habrá dado un paso muy importante para contar entre las regiones llamadas a liderar la transición hacia una economía baja en carbono. Entre el 75 y el 80 por cien de las actuaciones precisas para reconducir la crisis del clima hay que implementarlas en las esferas local y regional, por lo que la posición proactiva de las ciudades y regiones es fundamental.
Por medio de sus empresas, centros tecnológicos, instituciones, universidades, centros de investigación, sociedad civil organizada, Euskadi reúne las condiciones para ser una de las fuerzas tractoras en esa gran transformación. Tal y como ha señalado el propio Gobierno Vasco, transmitir ese mensaje y participar en el esfuerzo conjunto de las regiones comprometidas con el cambio climático será la misión de nuestros representantes en la conferencia de Cancún.
Artículo publicado previamente el 27 de noviembre en El Correo.