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El futuro del ser humano (III): el ser humano, un animal social

4860355496_5a5777329e_mSustituida la evolución biológica por la cultural, el ser humano se enfrenta ahora a la incertidumbre de una evolución en sociedad

El ser humano, aún siendo el animal dominante sobre la faz de la Tierra, vive inmerso en complejos sistemas socioculturales que no alcanza a dominar completamente. Así, el futuro de nuestra especie estará determinado por la evolución de esos sistemas de nivel organizativo superior y por nuestra propia capacidad de dirigir el curso de su evolución.

La sociedad es un sistema compuesto por grupos de seres humanos entre los que se establecen una serie de relaciones precisas. El sistema social se mantiene o cambia independientemente del destino de sus miembros. De entre todos los organismos vivos que habitan la Biosfera tan solo la especie humana muestra organizaciones sociales muy altamente diferenciadas; la excepción la podemos encontrar entre algunos grupos de insectos tales como hormigas, termitas o abejas.

Entre los insectos la estabilidad de los sistemas sociales creados no debe prácticamente nada a la herencia cultural, sino que todo proviene de la  transmisión genética, provocándose entonces comportamientos sociales enteramente innatos y automáticos. En el ser humano las instituciones sociales, puramente culturales, no podrán alcanzar jamás una estabilidad equiparable al de los sistemas sociales de los insectos; además, ¿quién la desearía?

La invención de los mitos y de las religiones o la construcción de corrientes filosóficas son el precio que el hombre ha debido pagar para sobrevivir como animal social sin caer en un puro automatismo. Pero la herencia puramente cultural no sería bastante segura ni bastante poderosa por sí sola para mantener las estructuras sociales, por lo que debe existir cierta base genética que de estabilidad a nuestro sistema, hecho que puede deducirse observando las evidentes similitudes que existen entre la inmensa diversidad de mitos, religiones o ideas filosóficas existentes.

La civilización moderna es una extensión de la destreza e inteligencia animal que se desarrollaron en nuestros antepasados homínidos. Con la manufactura de objetos naturales para cazar y al vestirse con las pieles de los osos de las cavernas y de los gatos monteses, el ser humano aprendió a ser más espabilado que los amenazadores mamíferos de mayor tamaño. Gran parte de la cohesión del clan, así como las persecuciones a las bestias de gran tamaño por las llanuras primitivas, se han mantenido en las culturas modernas. Con otro aspecto exterior, aquellas estrategias de supervivencia que tanto éxito alcanzaron tienen su versión moderna en los deportes de equipo y en las guerras. En el fútbol, la caza parece reducida al acto simbólico de grupos de hombres persiguiendo un objeto hecho de piel animal; de igual manera, la actividad tribal de la guerra no ha disminuido, sino que se ha potenciado. Aquellos antepasados nuestros que se comunicaban por medio de gestos y gritos ininteligibles cazaron las especies más importantes de grandes mamíferos hasta causar su extinción. En la actualidad, el ímpetu de la caza mayor ha llevado a nuestra propia especie al borde de la autoextinción. Habiendo sobrevivido a las etapas primitivas de nuestra evolución el ser humano ha adquirido en la actualidad la capacidad de discernir, pudiendo influir entonces en el curso de su propia evolución. Evolución que en cierto modo viene determinada por el juego antagónico, y complementario a la vez, que se establece entre combate-participación ycompetición-cooperación.

La sociedad es el nuevo escenario dentro del cual la especie humana debe evolucionar. Es un nuevo medio cuyas características las va definiendo el ser humano según va evolucionando; a su vez, esas mismas características condicionan el curso de la evolución humana, configurándose por lo tanto un proceso dinámico y recíproco que en cierto grado podemos controlar. Las aportaciones individuales a la evolución cultural resultan en una aportación conjunta que no es igual a la suma de las aportaciones individuales, sino que adquiere sus propias características, a veces impredecibles.

¿Predominará el ser humano combatiente o el participativo, el competidor o el cooperador? Es en este punto donde la humanidad debe reflexionar acerca de sus acciones y preguntarse qué efecto tendrán en el marco que impone la sociedad.

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naider
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