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Comentarios al libro «Odio Barcelona»

cubierta_web_odio_bcnCon este post prometo terminar ya con mi particular empeño en hablar de Barcelona, algunos casi dirán que es una cruzada personal por la orientación crítica de los posts. Ya he comentado alguna otra vez que no me siento capaz de hablar con conocimiento de causa; soy un visitante ocasional de la ciudad y no me da derecho a sentir como propias las críticas ni las alabanzas a la situación actual de Barcelona. Y además, resulta quela mayoría de los visitantes y vecinos más asiduos de este blog sois barceloneses y empiezo a pensar que en algún momento vais a revolveros en mi contra simplemente por pesado. Pero como mero observador que soy, me sorprende muchísimo el estado de sospecha en el que parece sumergida la ciudad en los últimos tiempos, con tantas críticas desde diferentes puntos de vista.

En todos estos posts hemos ido identificando entre unos y otros diferentes propuestas alternativas al discurso oficialista o al menos iniciativas que lo ponen en cuestión o que buscan más allá de la artificialidad del logo institucional:
    • Y alguna otra que me estoy olvidando, me temo.

El libro me ha divertido muchísmo, he de decir lo primero de todo; algunos de los capítulos son francamente divertidos, por lo experimental de su técnica literaria (genial el relato Barcelona Arcade, de Robert Juan-Cantavella, mostrando una ciudad convertida en videojuego) o por la caústica presetnación de tipos humanos (Formulario de entrada, de Óscar Gual, imaginando las preguntas de un cuestionario de acceso a la ciudad para cualquier aspirante a barcelonés). También hay mucha mala leche y mucha irconía ácida en El odio por venir (Carol París), con frases y términos antológicos que pierden algo de gracia fuera de contexto pero que a lo largo del relato dan forma auna visión cerrada y artifical de la ciudad. También el experimento de Agustín Fernández Mallo (Viaje experiencia ODIO BARCELONA) es un interesante ejercicio en el que aparecen las razones de ese odio a Bacelona. Ríos perdidos, de Javier Calvo es, en cambio, un relato denso y de raices antropológicas sobre el origen histórico de la ciudad que da un sentido revolucionario a la necesidad de acabar con los Magos Negros que se han adueñado de la ciudad.

El resto de capítulos también tienen interés y completan el libro con visiones desde el punto de vista de la cultura y la identidad digitales (Odio, de Eloy Fernandez Puerta) o el cruce de disiplinas culturales, destacando en mi opinión la intensidad de la crítica de Matías Néspolo en Sobre la reducción urbana a un simple logo o cómo se puede llegar a odiar una letra, del que destaco algunas frases:

    • Las ciudades nunca son un lugar vacío. Su nombre está poblado de sentido.
    • No hay nada más hostil que habitar una ciudad ajena.
    • «Modelo Barcelona» ese dejar atrás la memoria de su legado fascista.
    • Toda esa mitología del Barrio Chino hace décadas que no existe y lo que vemos no es más que un parque temático.
    • Yo lo único que veo son nutridos grupos de inglesas o alemanas con una polla en la cabeza que vienen a celebrar la despedida de soltera de la eterna casadera, alborotados contingentes de jovencitos recién salidos del instituto en viaje de fin de curso aplatanados rebaños de jubilados holandeses con grandes sombreros de marichai en la cabeza.
    • Esta lógica cultural del capitalismo tardío a la que Barcelona responde a pies juntillas como la capital posmoderna por antonomasia.
    • En la sociedad del espectáculo global Barcelona deviene ciudad simulacro.
    • ¿Qué otra cosa es un logo sino una suerte de anorexia semántica?

Y rescato las frase e ideas de otros capítulos:

    • La ciudad corporativo-institucional es un acto de magia negra.
    • Cuando los hombres y mujeres que caminen por las calles de la ciudad ya no tengan ningún vínculo sagrado con el suelo y las piedras y los hueosos, entonces Barcelona habrá muerto del todo.
    • Los fines verdaderos de una ciudad. El culto. El trabajo. El foro.
    • La tematización de Barcelona: la Barcelona modernista, el Barrio Gótico, la Barcelona olímpica, la Recuperación del Litoral, el Fórum de las culturas, el Distrito 22@,…van expulsando a la población nativa para entregarle el territorio a los zombis turísticos y a los sirvientes del capital.
    • La ciudad como consecuencia de un uso exagerado del copy&paste.
    • En serio, ven a BARCELONA ARCADE, vas a ver qué bien, aquí todos somos diseñadores y los domingos por la mañana cantamos canciones de Manu Chao.
    • De noche, esta ciudad se convierte en la Estocolmo del sur de Europa. O, en palabras más directas, en un auténtico coñazo.
    • Barcelona es la única ciudad en la que, incluso para odiarla, te piden el pedigrí.
    • Ese parque temático que llamamos centro.
    • Desde aquí reto a los teóricos a que vengan a La Pau a decir que vivimos en una sociedad postindustrial.
    • Hay ciertos sectores en lso que el mejor modus vivendi tolerado es el de la bohemia sin talento, el del ocio con ínfulas, el de la vidorra sin medios.
    • Barcelona parece estar invadida por las hordas de la mugre.
    • Odio Barcelona poque hay mucho diseño y poca vida.
    • Odio Barcelona porque los que van en bici se creen superiores.
    • Odio Barcelona porque sí.
    • Odio Barcelona porque cada día parece tan agobiante como la plaza mayor de un pueblo o el día de la fiesta mayor. Nos obligan a vivir como turistas.
    • Odio Barcelona porque es un parquete temático de vomitonas de niños Erasmus.
    • Odio Barcelona porque no me dejan poner macetas con flores en mis ventanas pero dejan poner banderas.
    • Odio Barcelona porque todo está legislado.

Y dejo en enlace a dos vídeos (uno dos).

En fin, siento sacar frases y descontextualizarlas. Simplemente, me he divertido mucho con el libro, hacía tiempo que no me encontraba con un texto desinhibido, ágil, diverso en sus formas y ácido en su fondo. Esos «Odio Barcelona» son un experimento de Fernandez Mallo: fue por calles y bareas con su máquina de escribir ofreciendo a la gente que redactar sus propias razones para odiar la ciudad, casi como una forma muy 1.0 de construcción colaborativa de un texto, y me entran tentaciones de animaros a escribir vuestras propias razones para odiar Barcelona, o al menos algunas de las cosas que podías odiar de la ciudad.

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Manu Fernandez

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