Tengo 34 años. Los 26 primeros los invertí en formación, dos carreras, una de ellas en el extranjero, inglés, francés e incluso unos pinitos de alemán, prácticas y becas para completar la formación y directo al mercado laboral.
Después, la empresa privada, y como joven con ganas de comerse el mundo, me esforzaba como el que más. Si era necesario quedarse más horas, pues más horas, las que hicieran falta. Viajes, vuelos, más vuelos, vuelta a casa a altas horas de la mañana, y a las 7 de la mañana otra vez al pie del cañón.
Mientras, jefes de todas las clases y colores, compañeros inolvidables y otros, generalmente los más marchitos, se burlaban del esfuerzo que realizábamos, teniendo sus derechos y beneficios blindados. -Nadie os lo va a recompensar.
Así fue, y quizás también por ello me embarqué en una aventura empresarial.
Es jueves, estoy cansado, agotado, deseando poder dormir unas horas más durante el fin de semana y oxigenar mis neuronas, aun así me dispongo a escribir este post, quizás el más personal y menos analítico de todos los que he escrito.
Desde hace ya casi dos años, junto con mi socio y con la maravillosa gente que nos apoya y acompaña, nos esmeramos día y noche para sacar adelante nuevas propuestas, proyectos, contactos, que permitan que nuestro sueño siga vivo, que crezca y que se consolide.
La crisis, nos lo ha puesto más difícil, como a todos, mejor dicho, como a muchos. Sudamos cada centímetro que avanzamos. Peleamos cada propuesta como si fuera la última, trabajamos duro y mucho cada uno de los proyectos que afrontamos, y también, como muchos, nos vemos obligados a trabajar por precios que rozan la esclavitud.
Mientras, la Seguridad Social nos exige todos los meses, sin excepción, las cuotas, sin importarle nuestra facturación y si cobramos o no una nómina. Hacienda quiere su IVA, sin interesarse por las facturas todavía no cobradas, y por el mismo precio nos ofrece plazos de 6 meses para incluirnos en el ROI, para que podamos entonces facturar a nuestro primer cliente extranjero. Los bancos incumplen sus compromisos y añaden cuotas a su libre albedrío, niegan el crédito a proyectos confirmados, la energía eléctrica sube, el precio ascendente de la gasolina encarece nuestros desplazamientos, y todo ello implica más tiempo, más horas de trabajo y menos horas de sueño y de estar con aquellos a los que valoramos.
Pese a este escenario desolador, podemos seguir viviendo, mejor dicho sobreviviendo, con orgullo, con mucho ánimo y mucha pasión por nuestra actividad creativa. Otros han tenido peor suerte y se encuentran en el paro, o han tenido que cesar sus actividades como profesionales, cerrar sus empresas,… Las problemáticas son duras, muy descorazonadoras, y, por supuesto, muy diversas.
Estoy convencido de que cada uno de nosotros, cada uno de los ciudadanos que conformamos este país, tratando de descifrar todas esas problemáticas y de buscar soluciones, idea o imagina mejores o peores remedios; regulaciones de los mercados, cambios en el modelo productivo, mejora del funcionamiento de la administración, educación, sanidad, I+D, gobernanza,…
Por ello me parecen completamente desacertadas las palabras del Presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, en las que desde los EE.UU. hizo «un reconocimiento a la mayoría de españoles que no se manifiestan, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los telediarios, no se les ve, pero están ahí, son la inmensa mayoría de los 47 millones de personas que viven en España.», en relación con los manifestantes del 25S.
«Estar a la altura de la gravedad del momento que vivimos», como posteriormente añadió en su comparecencia nuestro presidente, significa no tomar a los 47 millones de españoles por descerebrados autómatas que nos dirigimos a nuestros puestos de trabajo, cuando todavía las legañas empañan nuestros sueño. Si, seguramente ese, en el que el futbolista de moda alcanza la diana, de su equipo rival, tras un escuadrado tiro que provoca el delirio del graderío. O pensar que tras la sirena, que anuncia el cambio de turno, encendemos el cigarrillo, suspirando por ese querido televisor que nos espera, en casa, para recibirnos con programas en los que los problemillas de unos famosetes se convierten en el mayor de los problemas de la familia, provocando el debate sostenido y reñido de todos.
Sr. Rajoy, es cierto, que muchos de esos 47 millones «están trabajando, dando lo que podemos». Sí, nos dejamos la piel, para poder sobrevivir y si es posible contribuir al crecimiento. Permítanos, por ahora, pensar por nosotros mismos, expresarnos libremente, sin miedo. Y escuche, al menos, a aquellos que tuvieron el valor y la posibilidad de salir a las calles a denunciar situaciones muy difíciles, a las que ustedes no están poniendo remedio.
No nos denigren por denunciar la paulatina polarización de nuestra sociedad, donde una parte ostenta y disfruta de privilegios, mientras otra, compuesta de abnegados ciudadanos, trabaja y sobrevive arduamente sirviendo de soporte a esos privilegios.
Permítannos expresar libremente, sin miedo, que hay una alternativa, a seguir endeudándonos, que pasa por anunciar que no podremos pagar todas las deudas que tenemos, o que por lo menos podríamos no hacerlo como estaba convenido. Y por lo tanto, digámosles a los que han invertido, prestándonos dinero, que el negocio no les ha salido todo lo bien que esperaban, que tendrán que apretarse el cinto como lo están haciendo los más de cuatro millones y medio de parados, las más de 210.000 empresas que han cerrado o el casi medio millón de autónomos que ha tenido que echar el pestillo.
Y por favor, no nos flagelen cuando nos quedamos estupefactos al escuchar que, en este mundo global, se habla de fracturar, de atomizar el territorio, por parte de aquellos que consideran que la tierra que pisan les pertenece y por ello pueden explotarla impunemente, en nombre de una religión llamada mercado, y por la palabra de un profeta al que llaman derecho. En frente nos tendrán a los ciudadanos y a aquellos que, sin serlo, atraviesan desiertos y cruzan océanos para poder vivir dignamente y convertirse, así, en dignos ciudadanos de este globo terráqueo. ¿Hay mayor derecho que ese para el hombre?
Muchos no pudimos, o no tuvimos tiempo, para asistir a las manifestaciones del 25S, o esa es nuestra escusa. Seguro que muchos nos debatimos internamente. En mi caso, la rabia contenida por las injusticias y tropelías que se están cometiendo con motivo y escusa de la crisis, se enfrentaba al espíritu de emprendedor testarudo que se afana por alcanzar un sueño.
Por todo ello, desde estas líneas brindo todo mi apoyo a todas aquellas personas que en el ejercicio de su ciudadanía, y de forma pacífica, se atreven a expresar sus ideas bajo cualquier formato y en cualquier foro.
Lástima es que esas ideas, proyectos, sugerencias, proposiciones,… no estén siendo escuchadas y debatidas en la legítima casa que nos representa a todos los españoles y, por el contrario, estén siendo atropelladas por una violencia física y mediática digna de toda reprobación por parte de cualquier ciudadano, ¿por qué no también por parte de la clase política?.
Fotografía realizada por E2E4 Media durante las manifestaciones en apoyo a los alumnos del IES Lluis Vives – Valencia, 21 de Febrero de 2012
Puedes ver el discurso del Presidente del Gobierno de España en: Rajoy rechaza el 25-S y alaba «a la mayoría silenciosa que no se manifiesta»
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Las imágenes utilizadas son fotogramas de los largometrajes: Metrópolis de Fritz Lang, Fahrenheit 451 de François Truffaut y 1984 de Michael Radfort.