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La insoportable levedad del sindicalismo de cartón-piedra

espana-en-huelgaLa convocatoria de huelga general a la que llamaban hoy los sindicatos mayoritarios vascos ha resultado tener un seguimiento bastante desigual. Con independencia de las cifras que los convocantes ofrezcan en las próximas horas, tanto el Gobierno de la CAPV como el de Navarra han cifrado el seguimiento en el sector público con porcentajes testimoniales (entre un 2,8 y un 8%) y en el sector privado de un seguimiento del 30% en la CAPV y «muy localizado» en Navarra.

Una huelga general se convoca como un acto de insumisión de la sociedad ante los excesos del poder económico, político o judicial. La insumisión en el día de hoy ha sido muy parcial. Parece que el motivo de la reforma laboral (con un claro agravamiento de las condiciones de despido de los trabajadores) no han sido causa suficiente para salir a la calle de forma generalizada. Un poco preocupados deberían estar sus hermanos del otro lado del Ebro que convocan huelga general para septiembre. Tiempo tienen para convencer. Eso sí.

Convocatorias como la de hoy en el País Vasco y Navarra hacen pensar que la representatividad de los sindicatos en la sociedad está claramente cuestionada. El verano es un buen momento para que reflexionen sobre su propia refundación como instrumentos de liberación social. Los sindicatos deben reencontrar su espacio porque, pese al ruido de los piquetes informativos y la lluvia de octavillas, no acaban de pintar nada en grandes capas de la sociedad y poco a poco van atrincherándose en las grandes industrias tradicionales o entre los trabajadores blindados de la función pública.

Todo ello pese al escándalo que supone la pérdida de derechos de los trabajadores por cuenta ajena derivada de la reforma laboral. Mejor les iría en sus convocatorias si, quizás, empezaran a pensar en el escándalo de los autónomos (que no tienen derecho a prácticamente nada) o en el escándalo de los pequeños emprendedores (que se juegan hasta lo que no tienen en su empeño por crear empresa) o en el escándalo de tener a millones de personas sin poder ejercitar el derecho al trabajo (inmigrantes ilegales) o en el escándalo que supone su propia financiación como entidades pagadas a escote entre todos los ciudadanos y entre todas las empresas de este país.

Hay un papel para los sindicatos en esta sociedad. Hay aún muchos abusos que hay que denunciar y corregir. Por supuesto. Pero no sé si hay un papel muy claro para estos sindicatos que no son elegidos más que por los que son elegidos y que juegan a mayores cuando en realidad no convencen más que a unos pocos. El surgimiento de pequeños sindicatos sectoriales, de comités de empresa independientes, de nuevas formas de cooperativismo empresarial, de una mayor vigilancia por parte del sector público de los derechos de los trabajadores, de organizaciones sociales de todo tipo, puede hacer que acaben convirtiéndose en una nueva institución social que mantener (tipo la Iglesia, la Monarquía, el Ejército…) que, sin saber muy bien qué hacen o de qué libro de historia se cayeron, tenemos todos que mantener por razón de su «importancia social».

Que acaben siendo irrelevantes será algo positivo (querrá decir que los trabajadores nos habremos liberad por fin del yugo del capital o que contamos con instrumentos más ágiles y adaptados a la sociedad de hoy) pero que si además de irrelevantes son caros, eso no sé yo si me gusta mucho. En algún momento habrá que dejar de pagarles por los servicios prestados otrora. Todo tiene su momento y, o se dan un poco de prisa, o el momento del movimiento sindical habrá pasado a mejor vida (aunque tengamos que pagar a unos cuantos miles durante unos cuantos años aún sus pensiones vitalicias).

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naider
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