Estos días se celebra en Bilbao la principal feria de muestras de la ciudad: la Bienal Española de la Máquina Herramienta. Una feria de referencia en el sector a nivel europeo y también incluso a nivel internacional. Dos son los motivos para alegrarse de este evento.
Por un lado la Bienal muestra estos días en el BEC la fortaleza de un sector que está sabiendo capear el temporal de la crisis presentando resultados positivos en términos de empleo, facturación e internacionalización. Al menos, para una gran parte de las empresas vascas presentes en Barakaldo los datos son alentadores, fruto de una determinación por innovar y por competir en el mercado global. Es tranquilizador y estimulante ver que no todo es desertización económica en esta prolongada crisis sistémica. Afortunadamente, también hay muchos oasis donde las cosas funcionan.
El otro aspecto positivo de este acontecimiento es el evento en sí, que acerca a Bilbao a miles de personas y proyecta la imagen de una ciudad pujante con buenas infraestructuras y mejores dotaciones para el desarrollo de la actividad empresarial y de negocios en un país como el nuestro que respira industria por todos los sitios. Además de ese impacto más intangible en términos de imagen, la Universidad de Deusto cifraba en 30 millones de euros el impacto directo del evento en la metrópoli bilbaína (fundamentalmente en su hostelería), muy superior por tanto al gasto que su pone su organización y puesta en marcha.
Esta circunstancia tan positiva no debe retirar la mirada de la búsqueda de nuevas oportunidades de negocio para unas instalaciones feriales totalmente desproporcionadas para su nivel de ocupación cuya enorme inversión tenemos que seguir pagando del erario público porque no se genera en absoluto el negocio que en su día justifico su construcción.
No estamos en los 70 ni en los 80 y el mundo ferial se mueve por derroteros completamente distintos. Bilbao no es el único caso en el mundo que se ha quedado desplazado de todos los circuitos feriales y hay que atreverse a virar cuanto antes. Son muchos millones de euros los que se pagan cada año del presupuesto público para cubrir una inversión que en su momento se consideró una oportunidad de futuro pero que ha resultado ser un fiasco. Ni siquiera las ganancias intangibles en términos de imagen, o el brillo de algún acontecimiento como el de la presente Bienal, pueden esconder que hay que ser mucho más audaces y mucho más realistas también.
Los responsables de las instituciones propietarias del recinto deben saber exigir a los responsables del BEC la formulación de nuevas alternativas de uso. Hay muchas cosas que se pueden hacer aunque alguna paradójicamente pase por buscar espacios alternativos a la estrella por excelencia, la Bienal de la Máquina Herramienta. Cuatro semanas cada dos años de aprovechamiento al 70% no justifican semejante ocupación de suelo en el centro de la urbe ni tampoco cubren una mínima parte del coste de la inversión. Es seguramente una pena pero igual hay que reconocer que es así.
Sabemos que se hacen múltiples gestiones para intentar encauzar la marea y, de hecho, se ha diversificado la oferta de actividades pero quizás haya que avanzar hacia opciones mucho más disruptivas, que no por ello temerarias. Se puede hablar de equipamientos universitarios, dotaciones socioculturales, infraestructuras deportivas de base, equipamientos comerciales alternativos. Fórmulas que aporten valor a la ciudad y, si no generan beneficio tampoco, que al menos justifiquen en mucha mayor medida el desembolso que supone la inversión realizada. Opciones hay muchas y muy interesantes. Explorarlas es de valientes.