Euskaltel ha sido mucho tiempo el buque insignia de los grandes proyectos empresariales impulsados desde el Gobierno del País Vasco. En un contexto prácticamente monopolista en el mundo de la telecomunicaciones en España, el Gobierno vasco a principios de los 90 comenzó a cablear con fibra óptica (la red Euskalmet) buena parte del territorio del Comunidad Autónoma Vasca y creó un operador (Euskaltel) de telecomunicaciones para dotar al País Vasco de solvencia y capacidad propia. El objetivo fue situar a Euskadi a la vanguardia de los servicios de telecomunicaciones, piedra angular de la competitividad empresarial y social hoy día. En este gran proyecto empresarial calificado siempre de proyecto-país por el efecto tractor y determinante en la competitividad vasca se invirtieron muchos millones de euros y contó con la implicación al máximo nivel de las cajas de ahorro del País Vasco (controladas en aquel momento pre-crisis desde la administración vasca). Fundamental fue también la complicidad del conjunto de las administraciones locales y autonómicas vascas que se convirtieron en los primeros clientes de la flamante compañía. Euskadi puso nada menos que a un lehendakari en la presidencia de la compañía para simbolizar su importancia estratégica.
Con el trascurrir de los años, las cajas de ahorro (ya fusionadas en torno a Kutxabank), así como el propio Gobierno decidieron dar entrada en el accionariado a unos grupos inversores (Trilantic e Investindustrial) para reforzar el liderazgo competitivo de la compañía, que comenzaba a presentar algunas muestras de debilidad. La compañía fue valorada en 475 millones de euros y estos inversores se hicieron con el 48,10 por ciento en diciembre de 2012, desembolsando unos 228 millones. El Gobierno, además, decidió salirse completamente de la empresa para acentuar el carácter privado de la misma.
El próximo 1 de julio de 2015, la empresa saldrá a Bolsa en algo más del 63 por ciento del capital y, en global, ambos fondos abandonarán por completo el capital de la firma vasca. Apenas dos años y medio después, la empresa es valorada ahora por más del triple (según diversas fuentes, entre 1.600 y 1.900 millones) y la Oferta Pública de Venta sitúa la capitalización bursátil de Euskaltel entre los 1.100 y 1.400 millones de euros por lo que el ingreso estimado para estos fondos será de entre 622 y 773 millones (e incluyendo los ingresos por la OPV y el dividendo extraordinario previo recién repartido). Es sencillo calcular la ganancia neta para estos inversores: entre 394,35 y 545,17 millones de euros. Para completar el puzzle, conviene destacar que, según fuentes de la propia empresa, Euskaltel tiene comprometidos entre 39,1 y 54,3 millones en el plan de incentivos de la alta dirección, integrada por unos 24 profesionales. La compañía tiene previsto abonar una parte de la misma en acciones, el equivalente a unos 12,5 millones (que no podrán vender en año y medio) y el resto en dinero. Además la plantilla recibirá acciones gratis por cerca de 3,5 millones.
Resumiendo, durante 20 años la sociedad vasca estuvo invirtiendo importantes cantidades de dinero en la construcción de este proyecto empresarial por el que apostaron las entidades financieras vascas y el grueso de las administraciones al contratar sus servicios de forma preferente. Más tarde, en años difíciles para la empresa se procedió a su capitalización con la incorporación de inversores externos con los que se negoció en su momento una meteórica salida del capital que les ha proporcionado unos retornos de una dimensión abrumadora. Por su parte, el equipo directivo (y en mucha menor medida el resto de la plantilla) van a ver también compensado su esfuerzo y su buen hacer en esta última etapa con un goloso reparto de incentivos.
Desde el punto de vista de oportunismo inversor, todo un ejemplo a seguir que podría ser estudiado en las escuelas de negocio de medio mundo. Desde el punto de vista de la sociedad vasca, un claro bochorno y la sensación de haber sido estafada de una manera muy sutil pero efectiva. El esfuerzo de todos durante tantos años se lo llevan unos pocos (inversores y directivos). Siendo inmisericordes, este sería el resumen en pocas palabras.
La sorpresa y nuestra mayor preocupación nos viene más por la aparente aparente falta de asunción de responsabilidad por parte de las instituciones que metieron a la sociedad vasca en un proyecto ilusionante cuyo proceso de privatización ha resultado finalmente un tremendo fiasco para las arcas públicas. Las muestras de indignación sobreactuada por parte de cualificados portavoces del Gobierno vasco no dejan de producir cierto sonrojo y mucha preocupación. De este proceso (que no es el primero de esta naturaleza en Euskadi) hay que sacar unas cuantas lecciones pro futuro. Apelar a la moralidad de los directivos (que seguro no tienen nada que envidiar a la del gobierno) para que no cobren los incentivos o de los inversores (cuyo planteamiento ético en todo caso tendría que haber sido valorado antes de admitirles como socios) es una posición poco inteligente y, en cualquier caso, nada práctica.
Si un gobierno quiere meterse a empresario, debe tener excelentes competencias en la materia. Si no, corre el terrible riesgo de ser utilizado de la forma más grotesca por cualquier fondo inversor que se precie. Un mínimo mea culpa en esta línea sería muy de agradecer. Para aprender, saber reconocer errores y limitaciones propias resulta una buena metodología. La política industrial en los próximos años va a pasar por invertir en proyectos tractores similares a lo que representó Euskaltel. Este país no puede desaprovechar oportunidades de crecimiento pero este desagradable episodio, que no hace sino ensombrecer una brillante visión estratégica, evidencia que hay que dotarse con la mejor oficina de inversiones posible e invertir parte del presupuesto en inteligencia y, con todo el respeto, un poquito también en humildad.