Desde 2008 el PIB en términos reales de la economía europea, EU 15, ha caído un 2,5%. Por tres «míseros» puntos de un total de 100 que teníamos estamos hundidos en una grave crisis económica que viene acompañada de una gran crisis social y política.Está claro que los economistas o no medimos bien, o no apuntamos la barra de medir en lo que es realmente relevante. A cualquiera se le ocurre que bastante más hemos debido perder con la que nos está cayendo encima.
Me temo que en esta medida, no está contabilizada la ilusión perdida y la desconfianza ganada por la actuación de nuestros líderes que venden un minuto de gloria y nos hunden más y más en el desasosiego. Me remito a la última cumbre de Bruselas en la que tras múltiples intentos, y en un soberano ejercicio de mirar para otro lado nos presentan un acuerdo sobre las directrices de una nueva Europa, cuando todos estamos ya llorando por el sueño europeo perdido y por la que nos viene encima en términos de recortes de prestaciones y de derechos sociales.
Por descontado, tampoco hemos sumando, la falta de solidaridad y empatía porque si estas variables estuvieran en la ecuación del PIB, haber perdido 3 puntos sólo significaría un poco menos para todos y tan contentos, y no la hecatombe de parados, de jóvenes que ni encuentran ni esperan un empleo, de sangrantes desaucios de familias, de recortes encubiertos en la educación y la sanidad, de limitaciones en servicios públicos,… A la primera de cambio, hemos olvidado el papel que habíamos otorgado al sector público como garante de derechos y exponente claro de nuestra sociedad europea del bienestar de la que estábamos tan orgullosos, para pasar a exigirle cuentas por su deuda y su déficit, olvidando que éstos son en, su mayor parte, resultado de su labor equilibradora y estabilizadora.
Con toda seguridad no están incorporadas, las falsas expectativas creadas por la burbuja inmobiliaria y financiera en la que hemos estado flotando durante años, alimentando la vana ilusión de la riqueza y un gasto muy por encima de nuestras posibilidades reales. De repente, hemos caído en la cuenta que el déficit que hemos acumulado (fundamentalmente el sector privado), nos hipoteca de un modo insoportable para los próximos años. Y lo más desesperante es que mientras los EREs y quiebras de empresas y familias se suceden, los que más se lucraban dando los créditos y alimentando las burbujas, ejercen, en connivencia con los poderes públicos, su gran cuota de poder, y exigen con gran chulería rescates multimillonarios que les garantizan sus beneficios y prebendas y suman, y vuelven a sumar a la crisis que tenemos encima. Ya van casi cuatro años desde la quiebra de Lehman Brothers y todavía vemos como las políticas más audaces a nivel europeo van destinadas a salvar las vergüenzas al sistema financiero europeo: concesión de créditos por 489 millardos de euros a un tipo de interés del 1% que servirá para sanear temporalmente las cuentas del sector bancario y que ni en el mejor de los sueños llegarán a las empresas y las familias ahogadas por la falta de crédito y, que sin duda, son las que realmente lo necesitan.
Por supuesto, tampoco incluimos los perjuicios que todos sabemos estamos causando a nuestro planeta y que despreciamos con descaro. El daño medioambiental es lo más parecido a un «fraude piramidal a lo Ponzi» o si quieren a otra burbuja de la que nos daremos cuenta cuando explote y tengamos que correr con los desperfectos causados. ¿Les suena lo del calentamiento global y el circo internacional para no llegar a nada?
La crisis que tenemos no se explica sólo por la caída de los niveles de producción. Se trata de una crisis global de valores en la que estamos perdiendo el norte como sociedad. Personalmente, no tengo recetas milagrosas, pero estoy convencido que la solución no pasa por poner todo nuestro esfuerzo en controlar el déficit público. Necesitamos inventar nuevos caminos y probar nuevos instrumentos, los que tenemos ya sabemos dónde nos llevan…