La economía colaborativa consiste en compartir entre iguales bienes poco utilizados o prestar servicios de escaso valor económico, sirviéndose para ello de Internet y las nuevas tecnologías. Una definición más oficial es la que propone la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), según el cual esta economía es un nuevo modelo económico que se basa en el «intercambio entre particulares de bienes y servicios que permanecían ociosos o infrautilizados a cambio de una compensación pactada entre las partes». En palabras de la famosa Rachel Bostman, autora del libro «What’s Mine Is Yours: How Collaborative Consumption is Changing the Way We Live», la economía colaborativa se resume en el axioma de que «lo que es mío es tuyo, a cambio de una pequeña contraprestación». Se trata de un nuevo y disruptivo modelo económico que amenaza con un cambio de era, igual que en su día lo hicieron las redes sociales.
Teniendo en cuenta el poco tiempo transcurrido desde que empezó este movimiento, las cifras de este fenómeno son sencillamente abrumadoras. Cada mes más de un millón de viajeros se alojan en casas y apartamentos de otros particulares utilizando la plataforma Airbnb. A un usuario le sobra una habitación en su casa y la ofrece a través de la plataforma a cambio de una pequeña remuneración. Ya no es la gran cadena hotelera la que ofrece el alojamiento, sino un individuo. La experiencia es sencillamente distinta. La empresa, con origen en San Francisco, distribuye actualmente más de 650.000 espacios en más de 34.000 ciudades, un volumen de alojamiento similar a prestigiosas cadenas hoteleras como Intercontinental o Hilton. En el caso de España, según el estudio publicado por Avancar «Tendencias del consumo colaborativo en España», el 76% de la población ha alquilado o compartido en alguna ocasión algún bien o servicio. Es más, el Estado español es el tercer destino vacacional más solicitado en el mundo por los usuarios de Airbnb.
Esta tendencia no sólo es interesante y atractiva para los usuarios, sino que también hay muchos inversores que participan de las bondades del consumo colaborativo. Y es que las empresas dedicadas a la economía colaborativa, están obteniendo resultados tan impresionantes, que los inversores no han podido evitar fijar su atención en este novedoso sector. Para dar una idea más clara de estos grandes resultados: Blablacar obtuvo en 2014 100 millones de dólares en su última ronda de inversión. Airbnb y Uber, por su parte, obtuvieron 450 y 1.200 millones de dólares, respectivamente. Hablando en términos de mercado, las cifras son igual de impresionantes. Airbnb, en tan sólo 6 años (se fundó en 2008), ha alcanzado una valoración de más de 10.000 millones de dólares; mientras que Uber, la compañía tan denostada por el gremio taxista y de la que Google es principal accionista, está valorada en la friolera de 45.000 millones de dólares.
Esta nueva era de la economía colaborativa supone un cambio cultural que supone una transición que va de una economía de propiedad y posesión a una economía de acceso y cultura de comunidad. Ya no compramos objetos que apenas vamos a utilizar un par de veces en nuestra vida y lo único que harán será coger polvo en un trastero, sino que accedemos a ese objeto en cuestión pagando a uno de nuestros vecinos, conocidos, etc. una pequeña cantidad cuando realmente lo precisamos.