Los últimos grandes reservorios de biodiversidad del planeta están ligados a tribus ancestrales, durante años, muchos años, han cuidado de su naturaleza y de su diversidad manteniéndolos intactos al paso del tiempo. Han integrado sabiamente la existencia humana, en una armónica sinergia con sus tierras. No les es indistinta la gran diversidad biológica que manejan porque es sustento, hogar, escuela y farmacia; y por tanto vida. Esta cultura sostenible, se ha trasladado de generación en generación a través de la palabra y hoy es el día, que ese conocimiento no documentado, se vuelve imprescindible para afrontar los retos climáticos a los que nos enfrentamos.
Hace unos años un grupo variado de personas, viajábamos a Indonesia para visitar un proyecto de valorización de fauna y flora para la posterior protección de la zona. Junto al equipo de biólogos, capitaneado por la veterinaria y activista de International Animal Rescue Karmele Llano, trabajaba un nutrido número de personas locales que, sin titulación homologada, fueron clave para la identificación de variedades fauna y flora… Esa conjugación de saber científico e indígena fue crítico para la realización del proyecto. Todo aquello no estaba escrito en los libros.
Interesados en la cultura local y sus métodos de conservación y reforestación de algunas especies milenarias, caímos en un poblado Dayak en Kalimantan. Allí nos recibieron con hospitalidad y con la necesidad de quien te quiere mostrar una verdad incómoda. Era domingo de misa, día de descanso, por lo que nos llevaron a conocer su nuevo trabajo y hogar, las plantaciones de palma. Ya no se vivía en el poblado sino en barracones apilados en barro y con vistas a lo que fue y nunca será: miles de kilómetros a la redonda de selva tropical talada. Palma, empleada para hacer aceite de palma que en el primer mundo para cosméticos, productos de alimentación… y biocombustibles. Familias desterradas, pobreza, deforestación, pérdida de biodiversidad irrecuperable, era el balance de poner combustible «ecológico» a nuestros vehículos. El mismo día que llegamos a Bilbao, atracaba en el puerto un barco procedente de Indonesia con biocombustible.
Este no es un caso aislado, se repite con otras amenazas y otros cultivos allí donde hay resquicios de gran diversidad biológica y poblaciones indígenas. Próximamente el planeta tiene una cita importante: Río+20. Allí dónde comenzó todo se puede decidir si nos sentamos como hasta ahora y firmamos el fin o si vamos a hacer algo. Los ingredientes están sobre la mesa, el IPCC ha vuelto a advertir que estamos cerca de entrar en punto de no retorno, las ONGs están trabajando en sus propuestas, los gobiernos también y la comunidad indígena viene dispuesta a pedir más derechos y más voz. Llevamos años demostrando, que las sociedades del primer mundo no sabemos de conservación que no conlleve invasión y pérdidas irreparables. Creo que es nuestra hora de callar, de pedir e impedir, y de escuchar a los que han demostrado que saben de esto.Aunque para ello, debemos antes bajarnos de nuestro esquema mental y vertebrar el concepto de Desarrollo Sostenible, hasta ahora centrado en sociedad, medio ambiente y economía, para introducir un cuarto pilar: la CULTURA , porque la biodiversidad natural no puede entenderse sin la biodiversidad cultural.
