Cuando se da un paso atrás y se observa un problema desde la distancia, es más fácil enfocarlo y comprender las razones y factores catalizadores de dicho problema.
Si queremos lograr un desarrollo más sostenible, la economía debe ser vista en su propia perspectiva como un sub-sistema de un sistema madre más amplio e importante: el sistema natural. Los seres humanos deben ser vistos como parte de, no aparte de, la naturaleza. Este es el principio básico de la ciencia de sistemas socio-ecológicos que estudia como re-dirigir los sistemas complejos (como nuestra sociedad) hacia la sostenibilidad, y evitar así su colapso.
El desarrollo insostenible es el problema más persistente, estructural y dramático al que nuestra sociedad y economía global se enfrenta hoy en día. Por un lado, los dueños del capital dominan la economía, y agotan y contaminan el capital natural del que dependemos; por otro lado, los gobiernos no son capaces de hacer frente a esta inercia insostenible. La razón por la cual el capitalismo distorsiona y encuentra difícil establecer un sistema justo, democrático y sostenible a largo plazo, es simple: la democracia es un sistema abierto, en el cual los poderes del capital y económicos pueden fácilmente entrar y acomodarse en él; el capitalismo, en cambio, es un sistema hermético, y sus bastiones no son de fácil acceso. La supremacía del poder del capital y su impacto negativo en la sostenibilidad ambiental no es un accidente, ni ninguna multinacional es culpable de dicha situación. Simplemente, esto es lo que ocurre cuando el capitalismo habita en la democracia.
Como resultado, la sociedad se encuentra cada vez más desconectada de la naturaleza, y por ello necesitamos reconectarnos de nuevo. Es necesaria una nueva versión del capitalismo (2.0) que valore y contabilice el capital natural en el que dependemos. Tal y como recibimos el capital natural como un regalo compartido de las generaciones pasadas, nosotros tenemos el deber de pasarlo a las generaciones futuras en al menos las mismas condiciones en las que lo recibimos. Si podemos mejorar su estado durante nuestro periodo de vida, mejor que mejor; pero, como mínimo, no debemos degradarlo, y por supuesto no tenemos el derecho de destruirlo.
¿Cómo convencer a las generaciones actuales de que prioricen el uso sostenible del capital natural y se preocupen por las siguientes generaciones, incluso a costa de reducir, en parte, su propio bienestar? Edmun Burke (1792), escritor, filósofo y político británico, nos dio una pista al respecto: «Society is indeed a contract…between those who are living, those who are dead, and those who are to be born”.
Eventos históricos pasados han ilustrado ejemplos exitosos de cambios estructurales en nuestra sociedad que proveyeron con beneficios inter-generacionales. Un ejemplo es la Seguridad Social. Esta fue imaginada, diseñada e instalada a principios del Siglo XX como respuesta a una de las mayores crisis emergentes de aquel entonces: el empobrecimiento de millones de personas demasiado ancianas para trabajar. El contrato generacional que se llevó a cabo, y que todavía se mantiene, fue simple: los trabajadores activos mantienen y ayudan de manera colectiva a aquellos trabajadores retirados (jubilados) a través de las pensiones, y, a cambio, estos primeros serán protegidos y apoyados, en su edad anciana, por la siguiente generación de trabajadores. Y así sucesivamente.
Necesitamos un contrato inter-generacional similar para crear una sociedad que haga un uso sostenible de la naturaleza. Uno que arregle el menosprecio y desatención que el sistema capitalista actual tiene para con el capital natural con las generaciones futuras; hablamos de los bosques que aportan el oxígeno del que dependemos, y de los océanos que regulan la temperatura global y evitan catástrofes naturales.
Alcanzar dicho contrato será un viaje desafiante. ¿Significa esto que no hay esperanza? La ventana de oportunidad es pequeña, pero existe. Será un camino de no menos de 30, 40, 50 años, donde el objetivo debe ser crear un capitalismo 2.0 que incentive la conexión y armonía entre nuestra sociedad y la naturaleza. Probablemente, este nuevo capitalismo requerirá un acuerdo fáustico de algún tipo: si queremos algo positivo, debemos aceptar la parte negativa. Pero, si entendemos cómo llegar a un mejor acuerdo del que actualmente tenemos para crear un capitalismo 2.0, lo lograremos. Al fin y al cabo, las siguientes generaciones y millones de seres vivos cuentan con nosotros.
Julen González Redín
PhD en Desarrollo Sostenible
NAIDER