Somos cada vez más los que concebimos el desarrollo sostenible como un proceso multidimensional (económico, social, cultural, político, medioambiental), de carácter sistémico e integrador de políticas y acciones. El desarrollo sostenible supone, además, para nosotros, sus militantes un compromiso radical de transformación de nuestra sociedad. Muchos pensamos que los grandes principios que lo inspiran tienen sentido como nuevo paradigma si se dirigen claramente a alcanzar una vida digna para todos, en una sociedad justa y democrática y dentro de los límites de los recursos naturales.
Es en todo este contexto, donde queremos poner específicamente de manifiesto que el desarrollo político es una pata consustancial de este necesario cambio de civilización. Abogamos por la reivindicación permanente de la democracia y de sus virtudes esenciales: la solidaridad y la fraternidad, en la configuración de una sociedad cada vez libre y cada vez más radical en la defensa de la justicia, bases para una cultura de la paz.
El desarrollo político del País Vasco bascula hoy día entre dos grandes tendencias. La de la gente que apuesta, precisamente, por construir y avanzar en ese camino y por aquella otra que parece vivir para la trasgresión impune de toda clase de límites morales, sociales y políticos. Algunos, inconsciente pero otros conscientemente, cabalgan tranquilamente por モel reverso de la sostenibilidadヤ. La superación de esta fase cruel es, seguramente, historia de, al menos, una nueva generación.
Discrepamos muchos, abierta y profundamente, de los planteamientos éticos de Batasuna. Los valores que marcan su praxis política se mueven con naturalidad en ese reverso de la sostenibilidad. Y la mayoría no los compartimos ni los admitimos por su intrínseca injusticia y su insultante demagogia.
Al mismo tiempo y al hilo de la nueva suspensión de actividades de esta organización política vasca por el Juez Marlaska de la Audiencia Nacional, tampoco admitimos que los movimientos de Batasuna sean alimentados sistemáticamente por posicionamientos políticos de agentes sociales, políticos y judiciales enquistados en la confrontación y el dogmatismo, apostados en su propio «reverso» particular.
No nos parece de recibo poner en solfa un proceso de paz más o menos abierto haciendo política desde ámbitos estrictamente judiciales. No pueden ser arriesgados gratuitamente los tímidos pasos hacia la democracia desoyendo al sentido común de dar voz a la palabra.
No puede tampoco Batasuna permanecer por siempre en la inmadurez, la irresponsabilidad y la indecencia política de saberse vista por una gran parte de la sociedad vasca como agente de la cultura de la violencia y pretender apelar, de forma recurrente, a la virtud democrática de la solidaridad para que esa misma sociedad, permantemente ofendida, salga en su socorro. Comprenderán sus dirigentes y militantes que eso tampoco es de recibo y que quizás no esté de más un profundo y valiente examen de conciencia.
Nos permitimos trasladar estas breves reflexiones desde el proyecto Naider porque creemos que el momento que vivimos tiene un especial significado para todos (también para las empresas) por cuanto, por primera vez en tantos años, muchos albergamos esperanzas sólidas de un futuro en paz en nuestro país. Y cualquier paso en falso hace, sin duda, tambalear el delicado castillo de equilibrios sobre el que se está construyendo.