El futuro abastecimiento energético se ha convertido en uno de los grandes retos intrínsecos de nuestra era, la incesante subida del precio de los combustibles, seguida de la necesidad de reducción de emisiones de CO2, nos ha planteado un gran desafío: la eficiencia energética. Y para ello, algunos plantean la vuelta a la energía nuclear como solución, lo que me ha hecho recordar al gran gigante de hormigón que tenemos aún en nuestra costa.
Hace 30 años, una alargada sombra irrumpía sigilosa en el entorno natural de Lemoniz (Bizkaia); la incesante entrada de camiones en la zona empezó a alertar a los vecinos, pero nada hacía presagiar el desenlace de tanto trajín: la desaparición de la Cala Basordas para la construcción de una gran Central Nuclear.
El proyecto fue objeto de una importante respuesta social y la irrupción del terrorismo terminó por mancharlo de tragedia. Luego llegó el olvido.
A pesar de su no puesta en marcha y de su desmantelamiento, el esqueleto continúa, a día de hoy en pie, en constante disonancia con el paisaje rico en vegetación, que parece ocultarlo con vergüenza entre sus rocas.
Somos muchos los que hemos oído de la mano de nuestros mayores los encantos de aquella cala que no hemos llegado a conocer, y que a pesar de nuestra corta edad nos movilizamos, y por ello, creo que es la hora, por las generaciones venideras, de devolver su forma natural a la zona. Ante la inminente celebración del 25 aniversario del cierre, y sin elevar el dedo acusador, pediremos una vez más: que cada cual recoja lo suyo y que devuelvan lo extirpado a nuestro ecosistema.
Las intenciones de mejorar nuestro entorno hacia el consabido desarrollo sostenible, choca con las incesantes invasiones que nuestras costas están sufriendo en la actualidad. La historia se repite. Ocupaciones de dudosa legalidad y que, al modo de Lemoniz, se realizan a través de manos invisibles con demasiada sordera.