Hace casi diez años yo tuve un tablet. Sí, hace casi diez años. Era un HP con sistema operativo Microsoft Tablet PC. Una chulada. Recuerdo que por aquél entones lo llevábamos a reuniones y visitas comerciales. Clientes y colaboradores alucinaban. A todos les encantaba la manejabilidad del aparato, su ligereza, su línea… sin embargo estos tablets nunca llegaron al mercado de masas. ¿Por qué?
No se trataba del precio, que era bastante atractivo, sólo un poco superior al de un portátil. Tampoco de la tecnología: la pantalla táctil funcionaba muy bien e incorporaba un teclado físico completamente desplegable. La potencia del procesador era suficiente para las labores cotidianas en Internet y de ofimática. Sin embargo, el producto no saltó el abismo, no pasó de unos pocos usuarios atrevidos…
Hasta que llegó Apple y el enorme poder de prescripción de Jobs para animar a millones de personas a comprar este artilugio. Este año se lleva el tablet en el negocio de la tecnología. Es la moda. Como dice un amigo mío, tener un producto Apple es como tener un BMW, los argumentos de compra no se juzgan de una forma totalmente racional.
Por supuesto que el iPad es un gran producto pero, desde mi punto de vista, no tan rupturista como el iPod o el iPhone. Creo que la marca vende mucho en este caso y si el iPad viniera con otra firma el éxito en el mercado hubiera sido mucho más limitado. Esto no le resta valor a la propuesta de Apple, una de las firmas más amadas por sus clientes como apunta BusinessWeek en este artículo y el gráfico abajo adjunto.