Europa sigue teniendo dificultades para alcanzar los objetivos marcados por la Estrategia de Lisboa, una nueva orientación en la política y el emprender diferentes acciones decisivas pueden ser la clave para dar a Europa el empujón que necesita
El pasado mes de Noviembre, una amplia representación de agentes relacionados con la Innovación en Europa se dieron cita en Valencia en el marco de la conferencia Europa Innova.
Esta iniciativa se centra en la política europea de innovación dirigida a plataformas pan- europeas de profesionales de la innovación para desarrollar, discutir, monitorizar e intercambiar buenas prácticas, ideas, herramientas y recomendaciones de políticas para la consecución de un mejor conocimiento de los socios innovadores en diferentes sectores industriales, con el fin de ayudar a mejorar la actividad sectorial innovadora y preparar futuras políticas de innovación.
Cómo colofón de la conferencia se presentó la Declaración de Valencia; es decir las prioridades para la política de innovación europea, haciendo especial hincapié en las empresas innovadoras de nueva creación.
Los veinte puntos recogidos en la declaración, son particularmente interesantes empezando por la necesidad de acelerar reformas estructurales para que las PYME se involucren en actividades de investigación y desarrollo tecnológico, pasando por que los lazos entre investigación e industria en Europa deben ser reforzados y terminando por lo que parece sin duda el punto con más visión práctica: el fundar un Instituto Europeo de la Tecnología.
Estos tres puntos citados son aspectos particularmente relevantes en la reforma que se quiere emprender dentro de la política de investigación e innovación. Las PYME son un elemento central en las economías locales, con un rol débil como desarrolladores tecnológicos e innovadores, papel que tradicionalmente ha sido cubierto por los institutos de investigación tanto públicos cómo privado.
Las empresas deben de comenzar a tomar un papel más relevante y activo, ya que son ellas las principales demandantes y aplicadoras tanto de la innovación como de la investigación. El impulso a su papel de desarrolladores tecnológicos es algo que debe ser promovido, apoyado y sugerido a través de las políticas.
Esa necesidad de un rol más activo por parte de las empresas, se basa no sólo en su papel de desarrollador sino también en el de interlocutor con los proveedores de investigación, entablando una relación de carácter bi-direccional, desarrollando proyectos en cooperación y fomentando el capital social entre todos los agentes implicados en la innovación. Por otro lado, los centros de investigación, deberán también hacer un esfuerzo, marcando todavía más su orientación a resultados y desarrollando una política de acercamiento al mercado.
Pero, ¿cómo se puede articular estas relaciones bi-direccionales de una forma fluida y fácil? La creación del Instituto Europeo de Tecnología puede ser la clave; ya que combina educación, investigación e industria, los tres pilares de la economía de la innovación y de la sociedad del conocimiento. Un espacio de encuentro que evitará la fragmentación del Espacio Europeo de Investigación y promoverá masas críticas en diversas disciplinas con el fin de obtener un impacto global.
Y es que, efectivamente, el impulso de la innovación en Europa pasa por la necesidad de ejecutar acciones decisivas además de necesitar un liderazgo político. Los puntos planteados en la Declaración de Valencia son, sin duda alguna, aspectos relevantes, conceptos indispensables, pero a la hora de articularlos en acciones prácticas parece que seguimos sin dar con el quid de la cuestión.
Entendemos que en la economía de la innovación el sistema educativo es un factor imprescindible, que la transferencia de resultados hacia la empresa es clave, que los derechos de propiedad intelectual es una herramienta de la que en ningún momento se debería de prescindir, pero cuando se trata de pasar de la teoría a la práctica, Europa, no presenta unos indicadores satisfactorios.
Parece que nos cuesta practicar la innovación, mientras que Estados Unidos, práctica la innovación con evidente éxito. Las políticas de innovación europeas deberían de mirarse al espejo norteamericano y ver que, aunque aboguemos por cambios estructurales, compromisos a largo plazo y marcos políticos interdisciplinares; lo que realmente falta son acciones decisivas que nos hagan dar un verdadero paso adelante.
Estas acciones podrían ir desde el fomento de Comunidades de Conocimiento en disciplinas científico-tecnológicas emergentes a acciones encaminadas a fortalecer y fomentar el capital social entre los diferentes agentes de los sistemas de innovación. Pero lo importante es que practiquemos la innovación y que no nos quedamos en un mero ejercicio teórico más.