Alaitz Benito es una amiga mía y también compañera de trabajo. Hoy nos ha escrito un post fantástico lleno de verdades, impotencia y rabia contenida. Rabia e impotencia que son compartidas por muchos más ciudadanos. Nos recuerda Alaitz que hablar de los 100 millones de Obama o los tres de Zapatero para paliar los efectos de la catástrofe resulta casi obsceno cuando se comparan con las ingentes cantidades que se han dedicado a otras cuestiones mucho más efímeras.
En una situación tan dramática como la que están viviendo en Haití en estos horribles momentos, lógicamente, es muy necesaria (y seguro que insuficiente) esa ayuda de emergencia para paliar los efectos inmediatos de una catástrofe de tal magnitud pero todavía falta mucho por hacer porque la cuestión es que los gobiernos de Europa y de los EEEUU no están (estamos) dispuestos a asumir la responsabilidad que nos corresponde en la solución a los problemas estructurales que sufren todos los países del Tercer Mundo (por no hablar de los del Cuarto o los del Quinto…).
No conozco apenas la historia de este pequeño país asentado sobre La Española (la isla a la que arribó Cristobal Colon en 1492) pero se puede leer en cualquier sitio especializado como durante dos siglos fue colonia española, otros dos siglos se mantuvo bajo férrea y cruel dependencia francesa y los dos últimos mantuvo una supuesta independencia en los que no ha habido otra cosa que ocupaciones por parte de EEUU y crueles dictaduras (que algunos sí recordamos) auspiciadas desde los propios Estados Unidos para defender su posición geo-estratégica en la región del Caribe.
Tras este paisaje histórico desolador, hoy día, los gobiernos democráticos de las antiguas (y no tan antiguas) metrópolis entienden la ayuda a países como Haití (extensible al resto de países del Tercer Mundo) como una cuestión de caridad, como una ayuda meramente asistencial. No me gusta el concepto de deuda histórica. No creo que los ciudadanos de hoy debamos responder de lo que han hecho otros en nuestro nombre en el pasado. Pero sí hay que hablar de nuestra responsabilidad presente y futura. La que tenemos los que hoy vivimos. El día que empecemos todos (ciudadanos gobiernos) a hablar de justicia social y de derechos humanos habrá comenzado el principio del fin de esta pesadilla que es la miseria, el hambre y la tiranía que envuelven a buena parte de la humanidad.
El día que se reconozcan a estas personas los mismo derechos que tenemos reconocidos los que vivimos en la opulencia cambiarán, por fin, las prioridades presupuestarias y políticas. El día en que desaparezca el concepto de nación como mecanismo para oprimir a ciudadanos de otras naciones y todos seamos considerados miembros de una única comunidad internacional y ciudadanos con todos nuestros derechos y obligaciones, ese día el terremoto de Haití dejará de ser poco más que una molestia como lo son los cientos de seísmos que se producen en Japón cada año sin causar ni una sola víctima mortal.
Puerto Príncipe será, por fin, una ciudad habitable: con sus calles y avenidas, con sus centros culturales y deportivos, con sus talleres, sus mercados, sus playas tropicales y con sus viviendas dignas habitadas por ciudadanos dignos, repletos de derechos y orgullosos de sus obligaciones.
La caridad, tan asentada en nuestra cultura occidental por la influencia cristiana, dejará por fin paso a la justicia. Mientras tanto llenemos hoy de dinero los fondos destinados a paliar la terrible situación que atraviesan en estos momentos millones de personas en ese pequeño país olvidado por el dios humano. Y mañana avergoncémonos todos un poco de nuestra propia riqueza y reclamemos a nuestros gobiernos, tan civilizados, que acaben con la pesadilla, que no miren para otro lado, que sean valientes.
Saludos