El reto de mayor calado que se presenta en el horizonte 2020-2030 es la sostenibilidad financiera del estado de bienestar, especialmente de los tres de pilares más directamente afectados por el proceso de fuerte envejecimiento de la población de nuestro país; las pensiones, la sanidad y las políticas sociales. Una condición necesaria, si bien no suficiente, para asegurar esa sostenibilidad será disponer de una economía altamente competitiva, con elevados niveles de empleo, atractiva a sectores amplios de inmigrantes, capaz de generar suficientes cotizaciones e impuestos para sufragarla.
A nivel económico la ecuación a la que nos enfrentamos es extraordinariamente compleja. En ese horizonte temporal, nuestro modelo de desarrollo económico va a estar condicionado por la cercanía del techo de petróleos convencionales, según anuncia la Agencia Internacional de la Energía, y por la imperiosa necesidad de avanzar hacia una economía baja en carbono. Al mismo tiempo, asistiremos a una mayor presencia de las economías emergentes en los mercados internacionales, compitiendo no solamente en precios sino en tecnología y valor añadido.
Pero eso no es todo. La Gran Recesión ha puesto de manifiesto la necesidad de acometer una agenda de reformas económicas profundas en España, de absoluta relevancia también para la economía vasca. Esas reformas, sobre las que ya se están dando los primeros y tímidos pasos, serían las siguientes. Laboral, dirigida a poner fin a un mercado patológicamente dual que se ceba especialmente en las generaciones más jóvenes; la reorganización de un sector financiero atomizado en el que todavía apenas han aflorado en los balances los quebrantos derivados de la pérdida de valor en el mercado de los activos inmobiliarios financiados por el sector -más de 325.000 millones de créditos a promotores y constructores-; el ajuste fiscal asociado a unos niveles de deuda bruta, pública y sobre todo, privada, del orden del 180% del PIB, es decir más de 1,8 billones de euros; las reformas en sanidad y pensiones. Desde Euskadi se debería aportar impulso y decisión a dicha agenda de reformas, pues de su resultado dependerá el éxito de la modernización de la economía española algo vital también para la vasca dada la fuerte relación de interdependencia con ella.
En ese marco de referencia, la apuesta central habría de ser por una economía del conocimiento y la innovación, abierta a los mercados internacionales, con una base industrial sólida y de elevado contenido tecnológico. Esa apuesta implica, en mi opinión, transitar una serie de itinerarios estratégicos, complementarios a los planteados en mi anterior tribuna de opinión, Euskadi 2030. Orientar la salida de la crisis.
En primer lugar, finalizar un largo ciclo de más de tres décadas en el que buena parte del esfuerzo inversor público ha ido dirigido a la dotación de capital físico. Euskadi dispone ya de una red de infraestructuras y equipamientos de primer nivel. Hacia el futuro, los recursos económicos y financieros serán necesarios para la formación permanente de las personas, la investigación de referencia internacional, el desarrollo científico y tecnológico, el apoyo a la presencia en los mercados internacionales, la innovación social. Y eso significa dejar de hacer unas cosas para poder hacer otras. A modo de ejemplo, el coste de oportunidad de proyectos como el Puerto exterior de Pasaia es, desde ese marco de prioridades, inasumible. Dedicar 800 millones a una infraestructura portuaria cuando este país dispone a menos de 100 kilómetros de distancia del Puerto de Bilbao, con capacidades infrautilizadas, sería un error de primera magnitud y enviaría una señal errónea acerca del modelo de desarrollo por el que apostamos como país.
En segundo lugar, reforzar nuestro posicionamiento en el denominadotriángulo del conocimiento -formación, investigación e innovación-. En el ámbito de la innovación, Euskadi cuenta con fortalezas notables, singularmente las dos grandes corporaciones tecnológicas Tecnalia e IK4. En formación el punto de partida es bueno -hoy día aproximadamente uno de cada tres trabajadores tiene estudios superiores- , si bien insuficiente para lo que requiere el futuro. La debilidad principal está en el ámbito de la investigación. Se refleja en el hecho de que, a pesar de que Euskadi es la comunidad autónoma de mayor renta per capita, numerosas universidades del Estado están hoy día mejor situadas que la UPV/EHU en las clasificaciones internacionales de mayor prestigio -The Times World University Ranking, Shangai Jiao Tong University Ranking- y en las nacionales, Clasificación Webométrica del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
La creación de la red de centros de investigación cooperativa (CIC) y centros de excelencia investigadora (BERC), junto al programa Ikerbasque de atracción de talento investigador, ha venido a paliar, en parte, esa situación pero hacia el futuro se requiere un impulso mucho más ambicioso. Las fuerzas políticas y las instituciones de este país habrían de conjurarse para conseguir que la Universidad Publica Vasca esté en la década 2020-2030 entre las tres mejores de España y entre las 150 primeras del mundo. Es impensable posicionarnos con fuerza como país en la economía del conocimiento sin contar con un entorno científico y de investigación de excelencia internacional.
Finalmente, es preciso seguir invirtiendo en investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación, I+D+i ,dada la correlación positiva existente entre ella y el logro de elevados niveles de renta y bienestar. En el año 2008, la media del País Vasco fue del 1,85% y la de la Unión Europea del 1,90%. Para el año 2020, la UE se ha propuesto alcanzar una inversión del 3%, pero las regiones de referencia con las que Euskadi ha de compararse estarán invirtiendo en esa fecha del orden del 5% de su producto interior bruto. En mi opinión, habríamos de asumir el objetivo de que la inversión vasca pública y privada en I+D+i en el año 2020 alcance entre el 3,5 y el 4% del PIB, perseverando en esa dirección más allá de las dificultades de la coyuntura actual.
En estos tiempos de cambios profundos a la economía vasca le corresponde liderar una vez más el proceso de transformación modernizadora que en los próximos años ha de acometer la economía española. Apostar por el conocimiento y la innovación desde una fuerte base industrial y tecnológica es el camino.
Artículo publicado originalmente en El País.