En un post reciente señalaba mis dudas sobre lasostenibilidad económica de la RVCTI (Red Vasca de Ciencia, Tecnología e Innovación) y las noticias más recientes sobre el «plan de choque» en Tecnalia vienen a confirmar la urgencia del tema, pero no porque un centro tecnológico, en este caso TRI, tenga que tomar medidas excepcionales lo cual podría ser una eventualidad hasta cierto punto normal en un centro privado que tiene que adaptarse a las condiciones de mercado, sino porque es, a nuestro juicio, un indicio claro de la necesidad de reestructuración del conjunto del sistema para adaptarse a las tendencias del entorno y las nuevas necesidades del tejido empresarial.
El sistema tecnológico que hoy tenemos en el País Vasco es el resultado de una larga y continuada política de ciencia, tecnología e innovación y, sin entrar en valoraciones exhaustivas, resulta patente que éste ha sido un instrumento público muy válido tanto para sensibilizar a las empresas y al conjunto de la sociedad sobre la importancia de la innovación, como para dotar al tejido institucional y empresarial (especialmente industrial) de servicios de I+D+I (ensayos, chequeos tecnológicos, proyectos de I+D, formación especializada entre otros ) que no estaban suficientemente satisfechos por el mercado.
Estas dos premisas, sin embargo, no justificarían de ningún modo el apoyo público al sistema tecnológico vasco en la actualidad cuando la economía vasca le demanda que preste servicios de altísimo valor añadido con resultados reales en el mercado, que sea capaz de apoyar a las empresas tractoras y líderes del país en sus estrategias de competitividad y presencia en los mercados globales y que compita con los mejores centros tecnológicos y de innovación a nivel mundial ya que las empresas eligen aquellos proveedores que les ofrecen soluciones integrales con visión global y de primer nivel, independientemente de su ubicación.
Este es el proceso de transición en el que desde hace ya unos años está involucrado el sistema tecnológico vasco y en particular las dos corporaciones tecnológicas (Tecnalia e Ik4). Pero como es lógico y más en tiempos de crisis, este es un proceso muy complejo, de alto riesgo y que llevará un largo período de ejecución. A nuestro juicio y precisamente porque pensamos que se trata de un cambio estructural necesario, creemos que la necesaria actuación individual de cada uno de los agentes, debería venir acompañada de un decidido apoyo público a este proceso de transición en el marco de un plantemiento de largo plazo que fije directrices y sirva de guía global en el proceso de reestructuración del conjunto del sistema.
Si no se hace así, los cada vez más reducidos presupuestos de I+D+I del conjunto de las Administraciones Públicas van a derivar en recortes en el sistema tecnológico que pueden echar por tierra buena parte de los avances conseguidos tras muchos años de inversión pública en la materia. Si los presupuestos públicos tienen que ser más reducidos (esto es otro debate…) se precisa un audaz ejercicio de priorización para orientar eficazmente la inversión pública y privada porque todos sabemos que las urgencias económicas tanto en el sector público, como el privado nos conducen muchas veces a reducir en aquello que resulta más fácil y no necesariamente en lo más adecuado y/o rentable.
Dado el grado de madurez y recorrido del sistema tecnológico vasco, nosotros pensamos que la orientación y los fondos públicos deben ir dirigidos a ganar masa crítica que significa apostar por un cierto nivel de especialización y de excelencia, dirigiendo las capacidades y focalizando los esfuerzos y recursos en los ámbitos de especialización inteligente del País Vasco. Asimismo, las estrategias de «masa crítica» y «especialización» tienen que ir necesariamente unidas a importantes inversiones para lograr una posición efectiva del sistema tecnológico vasco en el mercado internacional como única vía de lograr un tamaño de mercado adecuado a su dimensión que en la actualidad escapa claramente de las fronteras vascas. «Internacionalización» y «masa crítica» son así dos caras de la misma moneda: especializarse para aportar valor diferencial e internacionalizarse para rentabilizar las inversiones.
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