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El cambio climático salvará la selva

DSC01521 (Custom)La destrucción de las selvas contribuye al calentamiento global, a la pérdida de biodiversidad y a la degradación de otros recursos y servicios esenciales para la supervivencia de billones de personas. La propuesta de incluir el concepto REDD a un régimen global de mitigación del cambio climático es un paso importante para lograr resultados significativos de reducción de emisiones en los plazos apropiados.

Llevamos décadas tratando de evitar la destrucción de las selvas tropicales, pero éstas siguen desapareciendo a gran velocidad. Hasta mediados del siglo pasado, la destrucción se concentraba casi exclusivamente en zonas templadas.

En las últimas décadas, los bosques tropicales han sufrido una tala masiva y una fuerte degradación. Alrededor de 20 millones de hectáreas de estos bosques son talados o dañados cada año. ¿El resultado? Liberación a la atmósfera de grandes cantidades de CO2 almacenadas en las selvas tropicales y el consiguiente aumento de la temperatura mundial, pérdida de biodiversidad y degradación de recursos y servicios esenciales – agua potable, comida, control de inundaciones, etcétera – de los que dependen billones de personas.

La destrucción masiva de bosques tropicales que tiene lugar cada año, es responsable de la emisión a la atmósfera de cerca del 20 por ciento del total de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero – más que todos los coches, camiones y aviones del mundo. En algunos países en desarrollo, la deforestación es responsable de más del 50 por ciento de las emisiones.

La destrucción de las selvas tropicales se produce porque talar los bosques resulta más lucrativo que conservarlos. Es decir, porque un bosque vale más cuando se tala y el terreno en el que antes se ubicaba pasa a ser utilizados para levantar una granja o plantar nuevos cultivos. Esto ocurre porque la economía actual no ha puesto precio a los servicios que prestan estos ecosistemas (absorción de CO2, conservación de la biodiversidad biológica, provisión de comida y agua potable, etcétera). La solución al problema de la desaparición de las selvas tropicales parece estar, por tanto, que el mercado reconozca los beneficios de esos servicios y asigne un valor monetario a su conservación, de manera que un bosque vivo tenga un valor mayor que un bosque muerto.

Así lo han entendido los líderes mundiales que se encuentran negociando la renovación del Protocolo de Kyoto, que caduca en 2012. Aprovechando el tirón del calentamiento global y utilizando como argumento el importante papel que juegan las selvas tropicales en la lucha contra el cambio climático, la comunidad internacional ha propuesto que el nuevo Tratado incluya un plan destinado a proteger los bosques tropicales que aún quedan en el mundo.

Los detalles finales del plan (forma en que se verificarán los créditos de carbono de los bosques, modo en que se gestionará el dinero pagado por ellos o clase de bosques que darán derecho a créditos) aún se desconocen. Pero una cosa es segura. El nuevo Tratado – si finalmente se cierre, algo que a día de hoy no está del todo claro – incluirá una herramienta denominada Reducción de las Emisiones de la Deforestación y Degradación (REDD), con la que se pretende que los bosques tropicales tengan un valor monetario por el simple hecho de existir. Esto incentivaría su protección.

El funcionamiento de la herramienta es sencillo. La conservación de los bosques permitirá convertir el CO2 almacenado en los árboles en créditos de carbono equivalentes a la cantidad de CO2 que éstos son capaces de absorber. Los créditos de carbono derivados del dióxido de carbono almacenado, se podrán comprar y vender en el mercado mundial de carbono. Las naciones e industrias contaminantes podrán hacer frente a sus obligaciones de control de emisiones mediante la compra-venta de los créditos de carbono almacenados en los bosques. Para los países en desarrollo la idea representa una fuente potencial de ingresos, ya que el dinero resultante de las compras de esos créditos iría a parar a las arcas de los gobiernos y otros agentes involucrados en los programas de protección forestal.

Las selvas tropicales desaparecerán en 40 años si su destrucción continúa al ritmo actual. Los esfuerzos hechos hasta ahora para detener su destrucción han dado pocos frutos. Cuando la REDD se convierta en una realidad a gran escala, contribuirá a frenar la deforestación y a proporcionar flujos de capital a algunos de los países más pobres del mundo. Para que eso ocurra, la comunidad internacional deberá ponerse de acuerdo sobre un Tratado de cambio climático que suceda al Protocolo de Kioto.

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