Sigo con la serie dereestructuración de los centros tecnológicos, para centrar ahora la atención sobre las posibilidades que se abren, orientando la actividad en otro nicho de mercado al que las políticas de innovación quizás no hayan prestado el suficiente grado de prioridad.
Existe un gran volumen de empresas que operan en mercados locales (alrededor de dos tercios del PIB) que en muchas ocasiones son de muy pequeña dimensión (más del 90% de las empresas españolas tienen menos de 5 empleos) y operan en sectores poco intensivos en tecnología (como buena parte del sector industrial, la construcción y, por supuesto el de los servicios más tradicionales). Estas empresas no tienen el «glamour» de las más intensivas en tecnología, pero no cabe duda de que de su competitividad depende el grado de desarrollo, bienestar y empleo en la región.
De un modo u otro, apoyar a este tipo de empresas sí ha estado en la agenda de muchos centros tecnológicos, pero esto les ha llevado a prestar servicios muy alejados de lo que se entiende por I+D y, en muchos casos, a entrar en competencia directa con las empresas de consultoría que les tachan, en ocasiones, de intrusismo y competencia desleal por intervenir en el mercado, contando con un trato favorable del sector público.
A pesar de este debate, lo cierto es, sin embargo, que las empresas de este tipo no cuentan con una oferta bien articulada de servicios empresariales de promoción de la innovación adecuados a sus necesidades. O en términos muy coloquiales: «unos por otros, la casa sin barrer». La pregunta fundamental, por tanto, es si los centros tecnológicos pueden jugar un papel diferente y estratégicamente más relevanteen este campo de juego, aportando valor diferencial a la competitividad de este tipo de empresas.
Mi postura es que sí pueden, pero dando un giro radical a su actuación yorientándose a las empresas de servicios e ingenierías que pasan a ser sus clientes preferentes. En este nuevo escenario, los centros tecnológicos se convierten en aliados estratégicos de las empresas de servicios avanzados y les aportan sus conocimientos y experiencia, así como su capacidad de investigación aplicada y relaciones y trabajo en red con otros centros de internacionales de investigación para desarrollar nuevos modelos de negocio, sistemas capaces de aprovechar el potencial innovador de todas las personas de la organización, nuevas métodos de vigilancia competitiva basados en los rápidos desarrollos de las TICs y una batería infinita de posibilidades de nuevos productos y servicios dirigidos a crear un nuevo concepto de empresa innovadora.
Para los centros tecnológicos, este camino les obliga, por un lado, a cambiar el enfoque de su actividad y derivar su actuación desde el mundo de la tecnología, hacia el de la competitividad que suma otras muchas variables tangibles e intangibles y, por otra, a importantes inversiones en recursos, personas y organización para dotarse de una estructura creíble y solvente que aporta valor al sector de consultoría desde la investigación aplicada. La alternativa aparentemente más sencilla de focalizarse en prestar servicios de consultoría directamente a las empresas, es, por otro lado, una opción con muy poco recorrido estratégico ya que contradice el fundamento mismo de su existencia.
Esta nueva opción cobra mucho más sentido en un nuevo contexto de política industrial regional que busca ampliar la base de empresas innovadoras, fortaleciendo las plataformas de colaboración e interrelación empresarial que aprovechan el gran potencial de creatividad e innovación con el que cuentan las empresas de servicios y que ofrece a los centros tecnológicos (o a algunos de ellos) un papel estelar en este radical proceso de transformación. El binomio «centros tecnológicos, empresas de consultoría» genera, además, un dividendo adicional muy relevante que no es otro que la importante contribución que esto supone para el desarrollo, profesionalidad y excelencia del sector de servicios avanzados y se convierte en un verdadero baluarte del potencial de innovación regional.