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Desigualdades efectivas y simbólicas en América Latina

La semana pasada elPrograma de las Naciones Unidas para el Desarrollo(PNUD) ha presentado elPrimer Informe de Desarrollo sobre Desigualdad en América Latina y el Caribe con una interesante campaña mediática.

Han escogido el periódico generalista más leído de España, El País, como plataforma de lanzamiento público. En un suplemento especial llamado «En marcha hacia la igualdad» se pueden ver datos introductorios (en su edición digital) y sobre todo artículos de opinión sobre el origen y la solución de las desigualdades en América Latina y el Caribe de notables intelectuales, expertos, escritores y artistas. Entre ellos destaca gente variopinta como Rubén Blades, María Teresa Fernández de la Vega, Jorge Castañeda, Michelle Bachelet, Santiago Roncagliolo, Antonio Skármeta, Daniel Barenboim, Ángeles Mastretta, Enrique V. Iglesias o Francis Fukuyama entre otros.

desigualdadAunque existen estudios que indican la necesidad de igualdad para lograr un crecimiento económico y un desarrollo a nivel global con evidencias empíricas, todavía parece necesario recordar a nuestros políticos la pertinencia de acabar con las persistentes asimetrías, especialmente como medio en el que se desenvuelven las libertades efectivas.

Tres rasgos se pueden destacar de este informe: que la desigualdad en la región es alta, que es persistente y que se reproduce en un contexto de baja movilidad socioeconómica.

El economista indio y premio Nóbel Amartya Sen profundizó en los conceptos de libertad efectiva y capacidades del ser humano como condiciones de desarrollo. Sus aportes sirven de sustento y de base conceptual en este Informe, en el que se indica que para lograr un desarrollo efectivo hay que emprender necesariamente dos caminos a la vez: el primero, ocuparse de las condiciones iniciales eliminar las «restricciones operativas» (restricciones en salud, educación, renta); y el segundo, centrarse en desarrollar los elementos subjetivos que influyen en la determinación de las aspiraciones y logros alcanzados por los ciudadanos.

Este segundo punto es el que parece dejarse de lado con más facilidad por los políticos en muchos países de América Latina. Se trata de factores del contexto que inciden en la generación de metas ambiciosas y el nivel de autonomía de la gente para conseguirlas.

El deporte y la cultura son instrumentos muy eficaces para desarrollar las capacidades del «yo puedo». En países como Bolivia, se sufre, además de un círculo vicioso de exclusión, de falta de avidez de triunfos, no porque no se quiera ganar fervientemente sino porque muchas veces no existe la convicción de la capacidad de lograrlo. Nos cuesta visualizarnos ejerciendo el papel de ganador.

Revertir esto se logra con cambios de paradigmas populares. Actualmente, el imaginario nacional en cuanto a exclusión simbólica de grupos indígenas ha progresado mucho. Veremos hasta qué punto se ha avanzado en disminuir la exclusión efectiva. Me temo que menos de lo que se anuncia.

Hay que advertir que con un magro desarrollo del sentido humanista y creativo va a ser muy difícil llegar a cubrir estas carencias.
La inversión de recursos públicos en deportistas, artistas e intelectuales va más allá de la frívola competición nacionalista. Se trata de desarrollar nuestros heterogéneos factores identitarios apoyándonos en referentes y modelos, y no concentrando esos recursos como instrumentos para copar el «poder cultural».

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Foto: elocuente imagen del fotógrafo boliviano Sergio Ribero tomada en Madrd.

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Fadrique Iglesias

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