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Defunciones precipitadas

small_3446266587La semana pasada, y tras el éxito cosechado, re-emitían en La 2 el documental «Comprar, tirar, comprar» que nos explica cómo la no durabilidad de las cosas no es un componente casual o resultado de nuestra mala suerte. Entre otras cosas, desvela cómo electrodomésticos, móviles, pantis, ipods, ordenadores y demás objetos que nos rodean, tienen los años de vida y número de usos bien contados desde su producción, con fecha y hora de defunción.

Los puntos de reparación, han desaparecido para dar paso al tirar y comprar. El principal argumento para ello es que sale más barato comprar algo nuevo que repararlo. En el documental, el protagonista muestra cómo al llevar al servicio técnico su impresora, que ha dejado de funcionar,  la respuesta en todos los sitios que visita es  que no tiene solución y que el coste de la reparación es más elevado que reemplazar el producto. Llegados a este punto, los no habilidosos con el destornillador ya estaríamos corriendo a la Fnac o a El Corte Inglés, pero el protagonista no convencido por la respuesta indaga en la red y busca opiniones de otros usuarios con el mismo problema. Así, da con un informático ruso que ha desarrollado un programa para resetear la impresora y desactivar el chip que impide el funcionamiento de la misma por encima de un número determinado de impresiones. Cuando lo hace, sin chistera y sin conejo, la impresora vuelve a funcionar perfectamente.

Pero la obsolescencia programada nacía en 1928 tal y como advertía una revista de la época «un artículo que no se desgasta es una tragedia para los negocios». Así, en los años 30 los principales fabricantes de bombillas se aliaban para determinar la duración máxima de las mismas en 1000 horas, cuando la primera bombilla de Edison ya duraba 1500 horas.  De este modo, todos empezaron a vender este nuevo modelo de bombillas desbancando a las ya inventadas bombillas eternas que duraban hasta 100 años. Este tratado ha llegado sigiloso hasta nuestros días, haciendo callar a todo aquel que se lo quería saltar. Pero esto, no ha hecho más que alimentar las ganas por innovar del español Benito Muros y su equipo OEP Electrics  que han decidido plantarle cara al sector y devolver al ciudadano aquella bombilla de los 100 años. Por 30 euros, se puede adquirir online una bombilla para toda la vida. Claro, todo esto ha causado un gran revuelo en la blogosfera en la que se pueden leer todo tipo de barbaridades sobre el proyecto en nombre  de empresas de la competencia. Benito y su equipo no es el único caso, hay una verdadera marea de gente por todo el mundo con iniciativas innovadoras, dispuestas a introducirnos en el cradle to cradle y pasarnos de una economía verde a una economía azul. «No se trata de introducir productos verdes que contaminen menos, sino que no contaminen» apela el ideólogo de la economía azul, Gunter Pauli. Os recomiendo leer la entrevista que hace unos días el periodista científico  Alex Fernández Muerza publicaba para  la revista Eroski Consumer.

Creo férreamente que nuestro desarrollo económico y social debe por el lado de estos nuevos principios, los países más avanzados de Europa ya los van integrando. Estos casos deberían de ser los que nos inspiren para acabar con la obsolescencia programada socio-política en la que nos hemos sumido en España.

Muchas veces me pregunto cómo hemos llegado a este punto. Sin ir más lejos nuestros abuelos ya tenían introducidas en sus vidas cotidianas estas prácticas de ahorro, reutilización de recursos, reciclaje etc. Estás nos han sido sigilosamente desapareciendo, haciéndonos pensar que eran cosas del pasado y de sociedades pasadas. Nosotros hemos nacido en el contexto en el que el esfuerzo de nuestros padres lo podía comprar todo, en un tira y compra desmesurado, un proceso de involución en el que el alarde de ostentosidad es consigna. Mi abuelo y seguro que el tuyo, recogía sus botellas de vidrio por las que recibía unas monedas a cambio, cuando se compró su primera tele ésta duró más que él y cuando algo fallaba había alguien para proporcionar piezas de recambio.  En los países más avanzados de Europa, los ciudadanos compran muebles en tiendas de segunda mano sin pudor, intercambian cosas que no usan con sus vecinos, no tienen dos casas y un coche por miembro de la familia pero cuando sus hijos cumplan los 18 tendrán la opción de independizarse. Ahora, miro nuestra realidad española y solo veo que estamos a años luz de estas sociedades avanzadas europeas, menos mal que la crisis no ha desplazado del sillón de nuevos ricos y nos va a hacer pensar más en estos términos de desarollo. Aunque, para ello, deberemos invertir en más educación para el ciudadano y tanto o más para nuestros líderes.

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Ainara Alonso

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