Este Domingo 25 de junio, el diario El Correo ha publicado una visión del Estado de la Ciencia en Euskadi. Con el contenido de esa noticia queremos abrir un espacio para la opinión en nuestra Web.
El Correo, 25 de junio de 2006
<<Euskadi es la comunidad que menos ciencia produce pese a su mayor inversión>>
El químico Jesús Ugalde y el astrofísico Agustín Sánchez Lavega están hartos de que, cuando llega el buen tiempo, la gente les pregunte qué hacen metidos en sus despachos y laboratorios. «Estamos investigando porque es nuestro trabajo», explica Sánchez Lavega, catedrático de la Escuela de Ingenieros de Bilbao. «Que haya profesores que estén en la playa todo el día cuando les paga no sólo por dar clase, sino también por investigar, es un mensaje horrible para la ciudadanía», sentencia Ugalde, premio Euskadi de Investigación, en su despacho de la Universidad del País Vasco (UPV) en San Sebastián.
Euskadi es la segunda comunidad autónoma que más invierte en investigación -el 1,44% de su PIB-, pero su sistema científico es el menos productivo de España, según los indicadores del quinquenio 1998-2002 publicados por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt). Los 768 millones de euros invertidos en 2004 en I+D en el País Vasco no se traducen en una productividad mayor que la de regiones que destinan menos dinero. ¿A qué se debe esa paradoja?
En ciencia, la productividad se mide por la cantidad de artículos publicados en revistas en las que un trabajo sólo se acepta después de haber sido examinado con lupa por expertos en la materia. Esos consultores, llamados ‘referees’, pueden aceptar el original, sugerir modificaciones o rechazarlo. No son fijos, sino que rotan y, una vez que ha alcanzado cierto nivel, cualquier investigador puede ser juez del trabajo de sus colegas.
El motor es la UPV
La productividad científica media fue hace cuatro años en España de 0,33 artículos por investigador. A la cabeza, estaban Baleares (0,64) y Cantabria (0,63); a la cola, La Rioja (0,2) y Euskadi (0,18). El País Vasco se encontraba también en el furgón de cola de la productividad en 1998, 2000 y 2001, mientras que en 1999 ocupó el penúltimo lugar, con 0,27 artículos per cápita frente a los 0,26 de la Rioja. A la búsqueda de una explicación, este periódico ha hablado con científicos, responsables de la UPV y del Ejecutivo autónomo.
«La cantidad de investigadores de las estadísticas no refleja la realidad. Si lo hiciese, querría decir que los vascos somos los peores investigadores del mundo, dado que es difícil concebir que, siendo tantos, se publiquen tan pocos artículos y se registren tan pocas patentes», argumenta un científico que prefiere no identificarse. Resulta difícil de creer, aunque lo apuntan algunos estudios, que en 2002 Euskadi tuviera 73 profesionales de la ciencia y la tecnología por cada 10.000 trabajadores, tantos como Estados Unidos en 1990 y más que la media actual de la UE. El número de investigadores reales en Euskadi está lejos de los 7.414 contabilizados en 2004 en las estadísticas que maneja el departamento de Educación del Ejecutivo autónomo, y posiblemente ni siquiera llegue a los 5.563 contabilizados por la Fecyt en 2002. «Es un gran error hablar de 7.000 investigadores», dice Ugalde.
El 96% de la ciencia vasca se hace en la universidad pública, que es la undécima institución científica de España. La aportación científica de las otras tres universidades del País Vasco es testimonial. Entre 1995 y 2000, la de Navarra hizo en el campus de San Sebastián casi el 3% de la investigación de Euskadi; la de Deusto, poco más del 1%; y la de Mondragón, el 0,03%. La UPV tiene en plantilla unos 4.000 profesores investigadores. «Si todos hicieran ciencia, seríamos una potencia», asegura Juan Ignacio Pérez, rector de la UPV, quien reconoce que los docentes que participan en proyectos de investigación son unos 1.500 y que el resto se dedica exclusivamente a la formación del alumnado. Eso implica que hay que restar un millar de profesionales a las estadísticas oficiales.
Para el máximo responsable de la UPV, la situación está ligada a la incorporación masiva de profesorado en los años 80. Para atender la demanda educativa de la generación del ‘baby boom’, se contrató a muchos docentes sin prestar especial atención a su aptitud investigadora porque había necesidad urgente de educadores. Alberto Ansuategi, director de Política Científica del Ejecutivo de Vitoria, coincide en el diagnóstico y destaca, además, «la elevada edad media del profesorado de la UPV».
«Un tanto por ciento muy importante estamos a diez o quince años de la jubilación, en una época de la vida en la que la actividad se suele inclinar más hacia la docencia», advierte el biólogo Eduardo Angulo, del departamento de Zoología y Dinámica Celular Animal. El remedio a esa mayoría de investigadores que no investigan, hija en parte de una universidad joven que tuvo que crecer en un momento determinado muy rápidamente, será por consiguiente el tiempo. «Habrá que hacer el relevo generacional gradualmente y entonces podremos exigir a los nuevos docentes un perfil de investigador más marcado», apunta Ansuategi.
El peso de los tecnólogos
Contar como científicos en activo a profesores universitarios que no investigan hace caer la productividad del colectivo, ya que toca a menos artículos por cabeza. En el caso vasco, hay que sumar también al divisor los 1.539 investigadores de los centros tecnológicos y los 3.081 de empresas privadas (datos correspondientes a 2004). «Estamos bien en el número de tecnólogos, pero no en el de científicos. En otras comunidades, hay una menor proporción de tecnólogos», afirma Félix Goñi, premio Euskadi de Investigación y director de la Unidad de Biofísica, un centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la UPV.
El enorme peso de los tecnólogos entre los investigadores es la causa de una todavía menor productividad -la más baja de España-, ya que el número de artículos se divide entre quienes hacen ciencia básica, quienes cobran por ello pero no la hacen y los tecnólogos, cuya finalidad es otra y cuya productividad se mide en patentes. El objetivo de los trece centros tecnológicos vascos es adaptar y transferir conocimiento a las empresas. Son fruto de una apuesta hecha hace un cuarto de siglo por el Gobierno de Vitoria, «que se inclinó entonces, más que hacia la investigación básica, al mercado, a la actividad industrial y económica», explica Ansuategi. «Los centros tecnológicos prestan un servicio ímprobo a este país. No hay que olvidarse del gran papel que hicieron durante la reconversión industrial», recuerda Ugalde. El borrón es que su productividad y la de los departamentos de I+D de las empresas también es muy baja. «Somos una de las comunidades autónomas con menos producción de patentes», lamenta el rector de la UPV.
Goñi considera preocupante «la baja productividad científica, pero más aún la calidad, que está por debajo de la media española, a su vez por debajo de la mundial». La calidad en ciencia se mide por el número de veces que se citan los artículos y se conoce técnicamente como impacto. En Euskadi, hay equipos que se codean con los mejores del mundo de su especialidad, pero la media deja bastante que desear. «Lo importante es publicar en las mejores revistas, que te citen, participar en comités editoriales, ser ‘referee’, colaborar con equipos de otros países, ser invitado a congresos…», dice Sánchez Lavega, que tiene en su haber dos portadas de la prestigiosa revista ‘Nature’ y es miembro del Consejo Asesor para la Exploración del Sistemas Solar de la Agencia Espacial Europea.
La calidad va por grupos
A veces, el sistema puede primar la baja calidad. «Las revistas científicas malas siempre necesitan artículos con que llenar. Haces un artículo malo, se lo mandas y te lo publican. Si buscas la cantidad para hacerte con dinerito fácil e ir tirando, acabarás publicando en ellas y favoreciendo la cultura de la baja calidad», explica Goñi. El personal de la Unidad de Biofísica que él dirige publica un artículo por cabeza al año -quintuplica la media vasca- con un índice de impacto de 5,1, frente al 1 de la media española.
En la UPV, como en todos los sitios, hay grupos muy buenos -«un ramillete que hace ciencia de altísima calidad», en palabras del rector-, aunque no salgan en los papeles. «Cuando nosotros publicamos un artículo en una de las cinco o seis revistas más importantes del mundo sobre ciencias ambientales no se entera nadie», confiesa Angulo.
La investigación vasca está en calidad por encima de la media española en dos grandes áreas -Ciencias de la Tierra, y Física y Ciencias del Espacio- de veintiuna, y supera de la media mundial en cuatro: Ciencia y Tecnología de los Materiales, Física y Ciencias del Espacio, Química y Tecnología Química. El resto tiene índices de impacto inferiores, si bien algunas incluyen especialidades con producción de muy alta calidad, como Biofísica -dentro de la Biología Molecular- y Robótica -dentro de la Ingeniería Eléctrica, Electrónica y Automática-.
«Hay que hacer algo sobre la calidad, porque la producción científica es pequeña y globalmente tiene poco impacto. La UPV tiene que impulsar la calidad», sostiene José María Mato, director del CIC Biogune, un centro de excelencia especializado en ciencias de la vida ubicado en Zamudio. Sánchez Lavega recuerda que, en la lista de las veinte universidades más importantes del mundo por la ciencia que hace, sólo hay cinco europeas y, de ellas, ninguna es española.