Durante los últimos diez, quince años, las administraciones vascas (Gobierno y Diputaciones, y también algunos Ayuntamientos han puesto en marcha numerosos instrumentos de apoyo a la creación de empresas.
La aparente bonanza económica vivida en los últimos años y la desaparición del fantasma del desempleo de nuestra tierra (que tanta preocupación y tanto drama causó aún no hace mucho) parecen advertir que los resultados de la política de promoción empresarial han sido, en buena medida, positivos.
Es cierto que nunca se ha hecho una evaluación seria y completa de los resultados de tal política ni se ha valorado el coste / eficacia real del dinero canalizado hacia esos programas de ayuda ni tampoco se ha valorado la adicionalidad de la ayuda pública puesta a disposición de los emprendedores pero los cientos de proyectos empresariales apoyados durante estos años y la multiplicidad de agentes orientados a apoyar a los emprendedores han contribuido, no me cabe ninguna duda, a que el espíritu emprendedor vasco no haya terminado por desaparecer de nuestro entorno, a pesar de todas las dificultades que ha atrevesado nuestro País (inestabilidad política, crisis económicas, terrorismo,ナ). Afortunadamente, parece que ahora en el entorno socio-político, las aguas bajan bastante más tranquilas pero, me temo, que el entorno económico internacional no va a darnos tregua alguna.
El proceso de globalización de la economía, probablemente estamos cansado de oírlo, se está traduciendo, por un lado, en la necesidad de especializarnos en aquellas actividades de mayor valor y en aquellos sectores más intensivos en tecnología y conocimiento, Es en esto en lo que el mundo occidental avanzado va a poder, exclusivamente, competir. Buena parte de las actividades intensivas en capital y trabajo van, irremediablemente, a migrar hacia regiones que presenten una ventaja competitiva en esos factores. Y Euskadi no es uno de ellos. El error es pensar, además, que este proceso va a terminar con la deslocalización de alguna multinacional (Mercedes-Vitoria es la última que, al parecer, se apunta a esta モmodaヤ). Es un proceso imparable y generalizado que va a afectar a todos los sectores y, de una u otra manera, a todas las empresas. Junto a este proceso de especialización en aquellas actividades y funciones empresariales de mayor valor añadido hay que tener en cuenta que el alcance (si alguna vez no lo fue) de nuestra competencia es global. Es decir, competimos en el mercado global y, cada vez más, nuestras empresas (Naider la primera) tiene que tener esa vocación y esa proyección. El reto no parece fácil.
Pero, ¿en qué afecta todo esto a la política de apoyo al emprendizaje? Pues, lógicamente, en muchos aspectos. En primer lugar, los criterios de apoyo han de adaptarse claramente a estos retos y focalizar (al menos, en parte) las ayudas hacia la creación de empresas en sectores encuadrados en lo que algunos denominan la モeconomía del conocimientoヤ, que no sólo incluye los sectores tecnológicos (que también) sino otros tan interesantes o más desde el punto de vista del desarrollo regional como es la cultura, el arte, el conocimiento, el medio ambiente, etc.
Además, también en este proceso de cambio de modelo competitivo, el tamaño sí importa. La labor de apoyo a la creación de empresas se ha venido materializando (con la honrosa excepción de algunos proyectos considerados en su momento como モestratégicosヤ) en la aparición de pequeñas compañías (muchas veces, si me permite el lector, más que de pequeñas empresas estaríamos hablando de nano-empresas).
A este enfoque hay que darle de alguna manera la vuelta y esta labor ha de verse completada con el impulso decidido y singular al lanzamiento de aquellos proyectos que nazcan (o aterricen) con la idea de configurarse en proyectos de モpresencia globalヤ. Es decir, en proyectos empresariales que respondan a necesidades del mercado global y planteen soluciones a esa escala. Estas empresas son las que, en definitiva, pueden traccionar nuestra economía y contribuir a transformar nuestro tejido productivo. Y estas empresas ni surgen todos los días ni son fácilmente identificables. La Administración ha de jugar un papel clave en ese proceso y ayudar a モarmarヤ proyectos de esas características apoyándose en las potencialidades de los agentes de la Red Vasca de Tecnología y, cómo no, en los grupos empresariales de nuestro país. No vale quedarse en la posición de apoyar aquellos proyectos que lleguen a las manos de la administración: hay que salir a buscarlos, identificarlos, capitalizarlos y, seguramente, tutelarlos hasta que sean mayores de edad.
Finalmente, no estaría de sobra dedicar un tiempo a poner un poco de orden en el aparente galimatías de programas (ekintzaile, sustatu, gauzatu, hazibide, sustatu, gazte enpresa, tekintekナ) y organismos (Spri, Beaz, Berrilan, Ceia, Lan Ekintza, Inguralde, Dema, Behargintzaナ) que se han ido poniendo con el tiempo a disposición de todo aquel que tuviera un proyecto empresarial (y ganas de internarse en ese laberinto). Limpiar esta モsopa de letrasヤ, simplificar los esquemas de ayudas y establecer un poco de sensatez y homogeneidad territorial puede ser una receta complementaria para impulsar la aparición de empresas interesantes para nuestro país.
El resto de políticas públicas (la política industrial, la tecnológica, la de ordenación del territorio, etc.) y, en particular, el sistema educativo también tiene que ir creciendo en sus planteamientos y sofisticando sus curricula para generar una mayor cultura emprendedora y una sociedad más comprometida con la creación de empresas, que favorezca la aparición de más y mejores empresarios de nuestra cantera pero que (muy importante) también sirva para saber acoger a talentos, emprendedores y proyectos de otras partes del planeta que vean Euskadi como un centro de negocios atractivo y competitivo.