Una de las dificultades de fondo que encuentra el avance hacia una sociedad ambientalmente más sana y responsable es que choca con comportamientos que se consideran derechos adquiridos.
El caso de la presencia masiva de coches en los centros de nuestros pueblos y ciudades es paradigmático. El problema es que el dominio del espacio público urbano por parte de los vehículos de motor incide de manera muy negativa en la salud y la calidad de vida de miles de personas, que asisten impotentes a un dominio ante el que sienten impotentes. No es raro ver en nuestros pueblos no ya sólo los tradicionales congestión y ruido, sino que últimamente encontramos numerosos coches aparcados en doble fila y, lo que es peor, coches estacionados durante todo el fin de semana encima de las aceras, en lugares por donde han de caminar las personas.
Asistimos a una «colisión de derechos». El derecho a usar el espacio público con el coche, el derecho a respirar aire limpio y disponer del espacio urbano como un espacio de uso cívico ヨ hay 16.000 muertes prematuras al año en España como resultado de la contaminación atmosférica. El tráfico es la principal fuente de contaminación atmosférica en las zonas urbanas como lo confirman multitud de informes de la Organización Mundial de la Salud, la Unión Europea, el Ministerio de Medio Ambiente y del Gobierno Vasco.
Ante esta colisión de derechos, la mayoría de los alcaldes y alcaldesas de los municipios responden con un miedo visceral a adoptar medidas audaces frente a la tiranía del coche privado, pues temen la respuesta airada de los conductores que se verían afectados por las mismas, a los que suponen fuerte capacidad de respuesta y ruido social. Por el contrario, las personas que sufren más directamente la situación son los niños y niñas ヨ uno de cada diez es asmático – , la gente mayor, los padres y madres que no pueden dejar a sus hijos jugar en las calles, como se hacía en el pasado con tan sanos efectos para los padres y los hijos. Son colectivos cuya calidad de vida se resiente pero que aceptan la situación «porque parece que no hay otro remedio».
Para finalizar mi intervención, confieso que me irrita profundamente ver que un coche aparcado en la acera impide pasar a una señora mayor que viene con sus compras del mercado, al joven en silla de ruedas, o a la madre con el coche del niño, y ver que han de bajar a la carretera porque un desalmado o desalmada han ocupado el espacio peatonal con su vehículo. Eso sencillamente no puede ser y el Ararteko debería asumir, como ha hecho de manera muy positiva ante otros temas y colectivos, la defensa de los débiles ante el abuso del coche en los espacio urbanos de nuestro país.
Las sociedades cambian, evolucionan, las preferencias sociales van modificándose en función de nuevos valores y requerimientos sociales. Ante la colisión de derechos que está ocurriendo ante nuestros ojos en los espacios urbanos entre el uso abusivo del coche y colectivos sociales amplios que se ven perjudicados, la institución del Ararteko debería, en mi opinión, romper una lanza a favor de los últimos promoviendo un amplio debate social al respecto.
Gracias.
Estracto de la mesa redonda dedicada a la figura institucional del Ararteko.