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Arena subsahariana

niños haitíUna de cal y otra de arena. Felicitaba en otro artículo al Gobierno español por su valentía al plantear la regulación del derecho a voto de los extranjeros residentes en España. Hoy escribo para todo lo contrario.

La avalancha de inmigrantes africanos que llegan a las costas canarias ha hecho saltar todas las alarmas sobre el recurrente tema de la inmigración. Los partidos políticos de la oposición al Gobierno no han tenido piedad y no han escatimado calificativos para cuestionar la gestión del Gobierno en esta materia. El cabildo canario también ha arremetido contra la administración central acusándole de dejarles abandonados a su suerte. Paradójicamente, las autoridades canarias no se refieren a los centenares de personas que arriban a las playas en precarios cayucos, totalmente deshidratados o, desgraciadamente, ya muertos. Se sienten abandonados ellos mismos por no tener capacidad suficiente para dar acogida a todas esas personas [a veces no parece entenderse muy bien qué implicaciones tiene el autogobierno].

Con todo, el Gobierno ha tirado por la calle del medio y su ministro de interior (la inmigración sigue siendo en España una cuestión de seguridad que ha de resolverse con medidas represivas), Rubalcaba, ha viajado a Mauritania para モgestionarヤ la cuestión.

La solución ha sido fácil: impedir, por la fuerza, la salida de personas de sus países de origen. Con independencia del juicio moral que cada uno hagamos de esta circunstancia, lo cierto es que esta medida va, a mi juicio, en contra de la legislación internacional y, directamente, en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en el punto 2 de su artículo 13 establece con claridad meridiana que モtoda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su paísヤ. Parece que a las autoridades españolas y europeas esto no les concierne y, emulando a mi amama, sólo se acuerdan de la ONU cuando truena. España puede (si esa es su política) impedir que entren en su territorio personas de otros países pero no puede (es ilegal) impedir que salgan (salgamos) de su territorio y mucho menos patrullar las costas del vecino para que no se le ocurra a nadie marcharse.

La inmigración es un desafío al que Europa debe hacer frente de forma contundente e integral pero sobre todo debe plantearse de forma inteligente. No me refiero a lo que algunos (como el ministro francés Sarkozy) plantean en el sentido de モgestionar la entrada de forma selectivaヤ y dejar pasar sólo a los más preparados y cualificados. Eso (a parte de una inmoralidad por cuanto supondría una nueva forma de expoliar países a los que otrora les fueron esquilmadas todas sus riquezas materiales) no parece muy razonable y sostenible. Descapitalizar los países menos desarrollados implicaría en el medio plazo menores posibilidades de desarrollo y, en consecuencia, mayores presiones migratorias hacia Europa.

La semana pasada el Global Center for Develoment publicó el ranking de países comprometidos con el desarrollo mundial (https://naider.com/ateneo/articuloVentana.asp?id=477) . España, Francia, Italia (tres países con enormes presiones inmigratorias) se encuentran a la cola por su limitada contribución al progreso económico, social y cultural del denominado Tercer Mundo.

Desde mi punto de vista, la solución a la cuestión de la inmigración pasa por el desarrollo humano y sostenible de todos los pueblos que viven en la miseria. Esto implica, obligatoriamente, tomárselo en serio y multiplicar los esfuerzos en esta materia. España partía en 2003 de unos niveles de ayuda al desarrollo casi obscenos, según refleja este informe. En dos/tres años de importante crecimiento de estas ayudas ha conseguido remontar un puesto en el ranking de los menos comprometidos del mundo occidental.

No hay cálculos exactos sobre cuánto dinero cuesta desarrollar el mundo dignamente y, por supuesto, no sólo se trata de dar dinero (también las políticas internas que en materia de agricultura y otras rigen en la UE habrán de adecuarse) pero, indudablemente, el esfuerzo económico que debemos hacer los europeos deberá necesariamente multiplicarse por varios dígitos si queremos que esa ayuda sea determinante. Eso va a exigir sacrificios y quizás tengamos que dejar de gastar en fuegos artificiales en nuestras fiestas. No sé si lo podremos soportar.

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naider
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