La adaptación del modelo energético hacia otro más sostenible comienza a vislumbrarse como el vehículo hacia una economía baja en carbono donde además de apostar por la lucha contra el cambio climático, se haga frente al gran reto que supone cambiar el modelo productivo y los patrones de consumo.
El alto nivel de intensidad energética, unido al uso excesivo de combustibles fósiles nos emplaza en una situación a todas luces preocupante. Por un lado, el consumo masivo de combustibles fósiles, nos sitúa a la cabeza en emisiones de CO2, y por otro lado, la dependencia externa de fuentes de energía y las cada vez menores reservas de petróleo y gas natural, amenazan con un escenario de fuertes incrementos en el precio de la energía y por consiguiente, con un deterioro en los niveles de competitividad.
El sector transporte en España, basado en un sistema de movilidad individual e individualista y alimentado de hidrocarburos, es el sector con mayor consumo de energía final. Le siguen un sector industrial muy dispar en relación con el consumo de energía entre los diferentes subsectores, y un sector residencial con unos estándares de eficiencia energética realmente pobres. Un cambio en este sistema o modelo pasaría inevitablemente por un sistema basado en un mix de producción de energía respetuoso con el medioambiente, con unos costes de la energía que incorporasen los costes internos y externos y que a la vez fuesen competitivos. Sería un sistema con una dependencia exterior cada vez menor, basado en las capacidades técnicas de las personas y las empresas del país, y con unos niveles descendentes de intensidad energética y con un mayor nivel de ahorro energético.
En este sentido, la participación del Gobierno será fundamental. El Gobierno debe co-liderar este cambio en estrecha colaboración con el sector privado mejorando el marco regulador y dotándolo de mayor estabilidad. Actuando con rapidez y agilidad, y evitando las tan poco eficientes trabas burocráticas. Y de manera muy importante, permitiendo y dotando a las empresas de las capacidades necesarias para liderar todo este cambio.
Para alcanzar este modelo será necesario poner en marcha diferentes instrumentos o ejes de actuación de carácter transversal que se están aplicando con resultados exitosos. Sirvan como ejemplo las siguientes medidas:
Aplicación de estándares en eficiencia energética en equipos, servicios o edificios. Uso obligatorio de lámparas fluorescentes compactas en Australia, límites de consumo en el standby de equipos electrónicos en Corea del Sur, eliminación gradual de lámparas incandescentes en California, creación de estándares voluntarios en la industria electrónica en EEUU o establecimiento de certificados de eficiencia energética para el mercado de viviendas en Alemania.
Creación de nuevos instrumentos financieros que permitan liberar a empresas y particulares de la inversión inicial que supone en muchos casos acometer este tipo de medidas. Instrumentos como el Programa de Long Island Green Homes, o el Programa PAYS (Pay as you save) de New Hampsire en USA, préstamos bancarios en condiciones ventajosas o colaboraciones publico privadas para aumentar la capacidad técnica y la garantía de éxito en las inversiones.
Participación y colaboración. Una mayor participación de los diferentes agentes intermediarios como las empresas de servicios energéticos y las empresas comercializadoras de energía a través de la mejora en la gestión de la demanda. Por ejemplo, la incorporación de medidores inteligentes que permitan el intercambio de información sobre el consumo energético entre las comercializadoras y las empresas de servicios energéticos, permite a estas últimas enfocar las inversiones hacia proyectos con mayor margen de ahorro y con un mayor beneficio para todos los participantes.
Información, comunicación y sensibilización. Sensibilización eficiente de la sociedad a través de campañas informativas basadas en la difusión de resultados reales a todos los niveles y sectores de la sociedad. Además, se podría hacer hincapié en la generación de información relativa al consumo energético a través de instrumentos de medición inteligente permitiendo a los usuarios y consumidores adecuar los patrones de funcionamiento o los hábitos de uso de los equipos en base al consumo energético.
Cooperación al desarrollo y transferencia tecnológica. Actuaciones como la financiación de proyectos en terceros países y en especial en países en vías de desarrollo donde el margen de ahorro es mayor y debido a los menores costes de mano de obra, la rentabilidad de los proyectos aumenta. La empresa tendría mayores oportunidades de internacionalizar esta gama de productos propiciando una transferencia real de productos y servicios, eficientes y renovables.
Una política fiscal atrevida que premie la I+D+i, incentive nuevas inversiones, penalice comportamientos insostenibles y sobre todo, elimine los subsidios existentes a fuentes de energía insostenibles.
En definitiva, el actual sistema energético y el nivel de intensidad energética, basados en energías fósiles o no renovables, ya no es una opción sino más bien una amenaza. La implementación de este tipo de actuaciones, sin embargo, nos sitúa en la senda correcta para transformar esta amenaza en una oportunidad y conseguir finalmente una economía más sostenible y una sociedad más avanzada.