Somos muchos los queestamos «alucinando» con Wikileaks. Desde que tuve uso de la razón empecé a cuestionar las palabras y valores de muchos políticos y diplomáticos pero las filtraciones de Wikileaks están teniendo en mí un punto de no retorno en este sentido.
A partir de ahora valoraré con mayor celo el realismo de los thrillers americanos. Va a resultar que las intrincadas películas sobre secuestros, sobornos, presiones y otros muchos despropósitos del gobierno de los EEUU por perseguir sus fines a través de embajadas, y diversas agencias eran más ciertas de lo que alguno pensábamos. Por si fuera poco el protagonista de la historia, Julian Assange, es acusado de violación mientras varias multinacionales (Amazon, Visa, Mastercard…) bloquean constantemente todos sus movimientos. A partir de hoy, en Hollywood, no tendrán que inventarse oscuras tramas: tienen para años con las historias reales difundidas por Wikileaks.
Algunos se afanan en entrar en el debate sobre si Wikileaks es bueno o malo, aludiendo a que la privacidad de las comunicaciones es vital para las dinámicas políticas, empresariales y sociales. Sostienen que el mundo se mueve gracias a los secretos. Bueno, pues yo creo que hay secretos y «secretos». Si la embajada de EEUU interfiere en el poder judicial español ocubre a una multinacional como Pzifer para que no se enfrente a un juicio por la muerte de once niños creo que es bueno saberlo. Porque se trata deprácticas delictivas que hay que perseguir y condenar.
Ante tales atrocidades me resulta incluso absurdo el papel de la diplomacia estadounidense intentando por todos los medios que la opinión pública se centre en la privacidad de las comunicaciones. Que haya gente delinquiendo y se ampare en que «esto tenía que ser secreto» me parece sencillamente patético.
